martes, 14 de junio de 2011

La cantidad de población óptima - Parte I

Por Gretchen C. Daily, Universidad de California (Berkeley), Anne H. Ehrlich y Paul R. Ehrlich, Universidad de Stanford – Julio 1994

Traducido por Sol y revisado por Ricardo Jiménez. 

A pesar de que la imponente cantidad de la población y su crecimiento afectan prácticamente a todas las áreas de la sociedad, muy pocas veces se debate en público, o incluso se tiene en cuenta, cuál sería la cantidad óptima de población para cada momento histórico del planeta. Si partimos desde criterios biofísicos y sociales, la palabra “óptima” puede tener diferentes acepciones, pero existen bases científicas sólidas para determinar el límite de nuestras posibilidades. La cantidad óptima debe situarse entre la cantidad mínima viable -MVP por sus siglas en inglés– (Gilpin & Soule, 1986, Soule, 1987) y la capacidad biofísica del planeta (Daily & Ehrlich, 1992).
La cantidad mínima (MVP) tendría como mínimo entre 50 y 100 personas para cada uno de los 500 grupos humanos.
El otro extremo vendría a ser los 5.500 millones que somos ahora (6.300 millones en la actualidad, N. del T.), con patrones de consumo de recursos y de tecnología que han rebasado claramente la capacidad planetaria para poder mantenerlos. Este hecho es evidente debido al agotamiento y a la descomposición del patrimonio esencial, irrepetible e insustituible, es decir, los recursos con los cuales esta gran empresa humana se alimenta (ver Ehrlich & Ehrlich, 1991; Daily & Ehrlich, 1992). Muchos argumentan que la capacidad de la tierra es mucho mayor que la que utiliza la población actual. Por ejemplo, hace unos años, un grupo de arzobispos católicos malinterpretaron un trabajo de Roger Revelle (1976) y afirmaron que el planeta puede alimentar 40.000 millones de personas (Anónimo 1988), mientras que varios científicos sociales llegan a la cifra de 150.000 millones (Livi-Bacci, 1989). Estas afirmaciones se basan en presunciones descabelladas y no serán tratadas en este trabajo.
Sin embargo, debemos resolver el problema que se presenta cuando queremos determinar una cifra óptima dentro de un rango amplio. Una vez superada la cantidad mínima viable, y siempre dentro de los límites biofísicos, el problema es sólo de preferencia social. Los debates sobre dichas opciones que se llevan a cabo a un nivel local, nacional e internacional son decisivos dado que, para poder lograr dichos niveles, se deben implementar políticas sociales que afecten las tasas de fertilidad. La población humana nunca se ha equilibrado, y nunca se equilibrará, de forma automática a ningún nivel. No existe un mecanismo de realimentación para poder mantener tasas de nacimientos y fallecimientos idénticas. . Desde tiempos prehistóricos, las sociedades controlaron las tasas de fertilidad y mortalidad mediante diversas prácticas culturales sólo hasta cierto punto (Harris & Ross, 1987). En el futuro, las sociedades deberán continuar manipulando estas tasas para poder alcanzar los objetivos demográficos deseados. También es importante que las sociedades alcancen cuanto antes un consenso acerca de cuáles serán esos objetivos, porque debido al impulso del crecimiento actual de la población ésta se duplicará antes de que sea posible una disminución (UNFPA, 1992 – Fondo de Población de las Naciones Unidas).


Estos comentarios son una contribución al diálogo y fueron expuestos en el Primer Congreso Mundial sobre Población Optima -First World Optimum Population Congress- (Londres, Reino Unido, 1993). Lo que sigue es una exposición que hacemos en conjunto, acerca de cómo puede lograrse esa cantidad óptima (sin un orden en especial).
 

  • Una cantidad óptima no equivale a la cantidad máxima de personas que puede amontonarse en la Tierra de forma simultánea. Para que la cantidad máxima fuera viable, se debería proveer de vivienda y alimentos con métodos parecidos a los que se utilizan para la producción de pollos, y en el procesoinevitablemente se perdería la capacidad de carga del planeta a largo plazo.. Podrían existir muchos más seres humanos en el caso de que se mantuviera un crecimiento poblacional sostenible por miles de millones de años, pero no en el caso de que la actual población hiciera explosión y la capacidad del planeta para soportar las futuras generaciones fuera rápidamente consumida. Por lo tanto, la cantidad óptima dependerá de la calidad de vida deseada y de los impactos del consumo per-cápita correspondientes al estilo de vida de los sistemas del planeta.La cantidad óptima de población debe ser lo suficientemente pequeña como para garantizar los elementos físicos mínimos indispensables para que todos alcancen un nivel de vida decente (ver Ehrlich et al., 1993)aunque de todas formas haya una distribución de riqueza y recursos injusta y exista incertidumbre acerca de las tasas a largo plazo, la extracción de recursos y el impacto medioambiental. Estamos de acuerdo con Nathan Keyfitz (1991): “Si hay algo que sabemos a ciencia cierta basándonos en conocimientos empíricos, es que las malas políticas son generalizadas y persistentes. La ciencia social es la responsable de ellas”. La grosera e injusta distribución de riqueza y recursos básicos imperante es extremadamente desestabilizadora y conflictiva. Si bien a todos nos conviene acortar la brecha entre ricos y pobres, somos escépticos ante la posibilidad de que se puedan superar las desigualdades sociales y económicas. Por lo tanto creemos que la cantidad óptima debe ser fijada teniendo en cuenta el egoísmo y la miopía mental que caracteriza a los seres humanos. Se debe realizar un ajuste en la cantidad óptima para resguardarnos de las caídas del flujo sostenible de recursos que se lleva a cabo desde el medioambiente hacia la economía, tanto naturales como las que son inducidas por el hombre y contra el aumento de residuos producidos por los humanos, que claramente nos perjudican.  
  • Los derechos humanos básicos en el ámbito social (como la libertad contra el racismo, el sexismo, la persecución religiosa, y la desigualdad económica) deben resguardarse de los problemas generados por la existencia de demasiados seres humanos. Todos deben tener acceso a la educación, asistencia médica, higiene y oportunidades económicas; pero estos derechos fundamentales son difíciles de garantizar a grandes poblaciones, especialmente a aquellas que crecen muy rápido. Los derechos políticos también dependen del crecimiento poblacional, a pesar de que esto se reconoce muy pocas veces (Parsons, 1977). Las democracias parecen funcionar mejor cuando la población es pequeña en relación con sus recursos; la libertad individual tiende a restringirse en áreas densamente pobladas y/o con recursos escasos. 
  • Creemos que la cantidad óptima de población debe ser lo suficientemente alta como para asegurar la viabilidad de poblaciones dispersas en el globo y así preservar y fomentar la diversidad cultural. Es harto obvio que la cultura “occidental” dominante y en expansión no cuenta con todos los secretos para la supervivencia a largo plazo (Ehrlich, 1980), ni que hablar de la monopolización del mercado. Creemos que la diversidad cultural es una característica importante de nuestra especie. Desafortunadamente muchas culturas practicadas por pequeños grupos están en peligro o siendo absorbidas por la cultura dominante con su tecnología de avanzada y sus medios de información seductores, o en el peor de los casos, están siendo destruidas deliberadamente debido a la intolerancia social o conflictos sobre los recursos. 
  • La cantidad óptima de población debería ser lo suficientemente alta como para permitir la existencia de una “masa crítica” en cada área densamente poblada en donde se estimule la creatividad intelectual, artística y tecnológica. Si bien la creatividad puede sucederse en áreas escasamente pobladas, muchos emprendimientos culturales requieren un nivel de especialización, comunicación y apoyo financiero que se ve facilitado por la infraestructura social característica de las ciudades. 
  • La cantidad óptima de población debe también ser lo suficientemente pequeña como para asegurar la preservación de la biodiversidad. Este criterio está motivado tanto por consideraciones egoístas como éticas. La humanidad se beneficia de otras especies de forma directa, incluyendo los placeres estéticos y de recreación, la industria farmacéutica y la mismísima base y seguridad de la producción agrícola. Asimismo, la actividad humana se sirve de una enorme variedad de servicios gratuitos provistos por ecosistemas naturales sanos, cada uno de ellos con diferentes componentes claves de la biodiversidad (Ehrlich & Ehrlich, 1992)., Somos la especie dominante del planeta, y creemos que proteger la existencia de los únicos seres vivos que nos acompañan en este universo es un deber moral del Homo Sapiens.