En términos generales, la cantidad de población que elegimos es una que sea capaz de maximizar las opciones medioambientales y sociales de los individuos. Por ejemplo, la población estadounidense debería ser lo suficientemente pequeña como para asegurar vastos espacios tanto a ermitaños como a excursionistas, pero lo suficientemente alta como para permitir la edificación de grandes ciudades en donde se pueda desarrollar el arte, la educación y otros emprendimientos culturales que enaltecen el espíritu humano.
Por supuesto, existen innumerables dificultades en esta pequeña lista de preferencias personales. Pero dado que la población mundial actual es mayor a cualquier opción óptima (salvo que suceda una catástrofe) y sin lugar a dudas será mucho mayor (UNFPA, 1992 – Fondo de Población de las Naciones Unidas), aparentemente contamos con algunas décadas para poder debatir opciones alternativas óptimas antes de frenar el crecimiento poblacional, y con mucho menos tiempo para poder alcanzar el objetivo de cantidad óptima. Durante ese proceso, los objetivos y la tecnología cambiarán, y dichos cambios podrían afectar enormemente esa opción óptima.
De todas formas es necesario hacer un cálculo rápido y tentativo teniendo en cuenta los niveles de consumo y tecnología actual y futuros. Dado que la población no está frente a un peligro inminente de desaparecer debido a la falta de procreación, nos centramos aquí en el límite superior del óptimo. Comenzamos teniendo en cuenta el consumo de energía humana como una medida indirecta y aproximada del impacto total que la civilización inflige a los ecosistemas terrestres de los que nuestra vida se sirve (Holdren & Ehrlich, 1974). La energía, y especialmente la que se deriva de los combustibles fósiles y la biomasa, es el pilar fundamental de muchas de las actividades que dañan al medioambiente y que ahora son reconocidas: contaminación del aire y el agua, lluvia ácida, agotamiento del suelo, emisión de dióxido de carbono y otros gases invernadero y la producción de materiales y deshechos tóxicos y peligrosos.
En la actualidad, el mundo utiliza cerca de 13 teravatios de energía (TW = 1012 vatios), de los cuales cerca del 70% es utilizado por alrededor de mil millones de personas en los países ricos y el 30% restante por más de cuatro mil millones de personas en los países en desarrollo. Debido a la gran disparidad entre las sociedades ricas y pobres y también al daño que se realiza al medioambiente, este modelo no es ético ni tampoco biofísicamente sostenible. El consumo de 13 TW de energía para poder usar la tecnología actual traerá aparejado el impacto ecológico antes descrito, que a su vez provocará cambios mundiales nocivos, incluyendo el agotamiento de ecosistemas y los servicios esenciales que éstos prestan a la civilización (Ehrlich & Ehrlich, 1991 ; Ehrlich et al., 1993).
El estudio de las posibles tendencias futuras nos lleva a conclusiones sombrías. Se estima que la población mundial aumentará de 5.500 millones en 1993, a ser entre 10.000 y 14.000 millones en el próximo siglo. Supongamos que el crecimiento se interrumpiera en los 14.000 millones y todos estuvieran satisfechos con el consumo de energía per-capita de 7,5 kilovatios (kW), que es la medida promedio de los países ricos y de casi dos tercios de estadounidenses a principios de 1990. La humanidad en su conjunto estaría utilizando 105 TW, ocho veces más de lo que se utiliza hoy en día, lo que significa una clara receta para el colapso ecológico.
Un esquema que probablemente evite dicho colapso fue propuesto por John Holdren del Grupo Energía y Recursos de la Universidad de California en Bekerley. El escenario que Holdren propone (Holdren 1991) postula la expansión de la población humana a sólo 10.000 millones y la reducción del uso de energía per capita en los países industrializados de 7,5 a 3 kW y al mismo tiempo aumentarlo en los países en desarrollo de 1 a 3 kW. Para que este escenario fuera viable se necesitaría, entre otras cosas, que los ciudadanos estadounidenses “rebajen el uso promedio de energía de 12 kW a 3 kW”. Esta reducción podría lograrse gracias a tecnologías eficientes en el uso de energía que ahora están al alcance de todos y con una mejora en la calidad de vida de la mayoría.
Si bien el acuerdo para un consumo per cápita promedio de 3 kW para una población de 10.000 millones acortaría la brecha entre ricos y pobres, implicaría un consumo total de energía de 30 TW, más del doble del que utilizamos hoy en día. Holdren reconoce que con ese nivel de consumo no queda claro si la humanidad puede sobrevivir sin consecuencias ecológicas devastadoras. Esto dependerá esencialmente de las tecnologías futuras, a medida que los combustibles fósiles, especialmente el petróleo, comiencen a escasear. Quizá ante hechos que provoquen temor y a la implementación generalizada de tecnologías más benignas (varias formas de energía solar y energía derivada de la biomasa), el agotamiento ecológico pueda interrumpirse hasta llegar a un cenit de actividades humanas y mantenerse en el nivel actual.
¿Qué se puede decir acerca de los límites máximos de población óptima, teniendo en cuenta las tendencias actuales de comportamiento y la tecnología?
En vista del impacto ecológico que la civilización inflige al utilizar los 13 TW actuales, y sin tener en cuenta las perspectivas futuras de la humanidad, visualizar una población que use menos que 9 TW con la tecnología actual y futura es muy difícil.
Podríamos afirmar que a condición de que las fuentes de energía y la tecnología se usaran prudentemente, se podrían utilizar 9 TW sin degradar al medioambiente y sin derrochar recursos no renovables tan rápido como para que no puedan ser repuestos. Bajo las mismas condiciones, un mundo que consuma 6 TW nos daría un margen de error del 50%, algo importantísimo si tenemos en cuenta las consecuencias inesperadas que generalmente se presentan incluso con las supuestas tecnologías benignas (la invención y el uso de clorofluocarbonos es el caso más claro hasta la fecha). Una cifra óptima más conservadora podría ser 4,5 TW, teniendo así un margen de error del 100%. El límite máximo dependerá en parte de algún tipo de aversión al riesgo social promedio junto con una evaluación científica sobre las consecuencias que impliquen consumir 9 TW.
En el mundo real, la población máxima sostenible podría determinarse a medida que se reduce el número de personas y se estudia su impacto (descubriendo la cantidad de humanos que los ecosistemas y los recursos pueden soportar). En cuanto a nuestro experimento, tomemos como ejemplo un mundo que utilice 6 TW. Si partimos sabiendo que contamos con un acuerdo de todos los países para mantener un consumo per cápita de 3 kW, la cantidad óptima será de 2.000 millones, más o menos la cantidad de personas vivas en 1930. A primera vista esa cifra parece razonable y mucho mayor al mínimo requerido para poder beneficiarnos social y económicamente. Durante la primer mitad del siglo XX había muchas grandes ciudades, enormes plantas industriales y seres y parias que prosperaban. Había una gran diversidad cultural y muchas culturas no estaban en contacto con las que estaban industrializadas. Todavía existían amplios espacios vírgenes en muchas partes del mundo. Creemos que un mundo con 1.500 millones de personas y que utiliza 4,5 TW de energía parece plausible y nos deja un amplio margen de error. Ésa era la cantidad de personas que vivían a fines del siglo XIX.
Resumiendo este pequeño ensayo, para poder determinar una cantidad “óptima” se necesitan tomar decisiones sociales acerca de estilos de vida posibles y su puesta en práctica. Nosotros creemos razonable dar por sentado que, hasta que las culturas y la tecnología no cambien de forma radical, el número óptimo de personas que puedan existir simultáneamente se ubica aproximadamente entre 1.500 y 2.000 millones de personas. En caso de lograrse dicho número en un período razonablemente corto, también permitiría una mejor calidad de vida para el máximo número de Homo Sapiens a largo plazo. Pero supongamos que calculamos mal y la cantidad óptima es de 4.000 millones. Dado que la población actual es mayor a los 5.500 millones y crece a pasos agigantados, las implicaciones políticas de nuestras conclusiones son claras..
Reconocimientos
Este trabajo tuvo contribuciones de W. Alton Jones, Winslow y Heinz Foundations, y la generosidad de Peter y Helen Bing.
Referencias
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Para escribir al Dr. Daily dirigir la correspondencia a: Energy Resources Group, Bldg. T-4, Room 100, University of California (Bekerley), Bekerley, CA 94720 o bien Drs. Anne o Paul Ehrlich, Department of Biological Sciences, Stanford, CA 94305
Population & Environment: A Journal of Interdisciplinary Studies Volumen 15, Número 6, Julio 1994, 01994 Human Sciences Press, Inc.
Fuente: Crisis Energética