Víctor Bronstein
Profesor e investigador, UBA
Cuando miramos al mundo, su desarrollo, su crecimiento, sus avances tecnológicos, sus procesos de integración y sus conflictos vemos que toda esta dinámica está sustentada en el petróleo. El petróleo ha modelado nuestra civilización transformando las ideas sobre economía, desarrollo social e innovación tecnológica, y abrió las posibilidades a crear mejores condiciones de vida. Hoy, la energía que alimenta nuestros dispositivos tecnológicos es derivada de los hidrocarburos - petróleo y gas -. La energía que hace nuestro trabajo es derivada de los hidrocarburos. La energía que ilumina nuestras casas, que mueve el transporte y que genera la electricidad es principalmente proveniente de los hidrocarburos. Todos los plásticos que nos rodean en miles de objetos cotidianos derivan de los hidrocarburos. La producción mundial de alimentos que permite alimentar a más de 6.400 millones de personas se basa en fertilizantes hechos a base de hidrocarburos y fumigados con pesticidas fabricados también a base de hidrocarburos. En la medida que nuestros sistemas económicos y nuestra cultura dependen de los consumos energéticos y en la medida que el petróleo proporciona más del 40% de la energía total consumida y el 90% de la utilizada en transportes, puede entenderse que todo lo que gira en torno al petróleo esté condicionando la dinámica política de nuestro Planeta. Estamos viviendo en la era del petróleo.
¿Podemos imaginarnos un mundo sin petróleo, sobrevivirá nuestra civilización cuando el petróleo comience a escasear? ¿Existen formas alternativas de energía?
Según las estimaciones de British Petroleum queda petróleo para un poco más de 40 años, con lo cual las preguntas planteadas más arriba pueden quedar para una discusión de filosofía política que excede el objetivo de esta nota. Sin embargo, deberían enmarcar el debate sobre el problema energético actual de nuestro país, ya que si bien estamos lejos del agotamiento de petróleo el mundo está llegando al “peak oil” o punto de máxima producción postulado por M. K. Hubbert en 1956. Según varios especialistas internacionales nuestro país ya ha alcanzado ese punto en 1998 y el mundo está llegando a ese pico. Es decir, estamos condenados por la geología a producir cada vez menos petróleo, aunque aumentemos las tarifas y las inversiones.
En general, los economistas tienden a simplificar la problemática energética a cuestiones de mercado, inversiones y tecnología. Pareciera ser que no conocen los principios de la termodinámica y descreen de las leyes de la naturaleza y de nuestra dependencia de los recursos naturales.
Robert Solow, Premio Nobel de Economía por sus teorías sobre el crecimiento, aseguró que, llegado el caso, “el mundo podría, en efecto, arreglárselas sin recursos naturales”. Cuesta imaginarse la vida y la sociedad en un mundo sin aire, sin agua y sin energía. Milton Friedman, también Premio Nobel y padre de la liberal Escuela de Chicago, sostuvo en un reportaje: “...Supongamos que el petróleo escaseara: el precio subiría y la gente comenzaría a usar otras fuentes de energía. En un sistema adecuado de precios, el mercado puede hacerse cargo del problema.” Pero obviamente, Friedman no se preocupó por definir cuáles son esas fuentes de energía. Es el pensamiento mágico de muchos economistas acostumbrados al creacionismo: crear valor, crear moneda, crear mercados, crear productos. Pero, ¿cómo se crea energía?
Lo mismo puede decirse del discurso político donde el crecimiento se plantea como algo obvio. Cuanto más grande sea el crecimiento, menores serán los problemas económicos, sociales y políticos. En la opinión generalizada de los sociólogos y politólogos, el crecimiento aumenta el empleo y, por consiguiente, los ingresos y la recaudación tributaria y contribuye a la superación y solución de los conflictos sociales. Facilita además el financiamiento de la ayuda al desarrollo o permite implementar las normas ambientales. El desempeño de las economías nacionales se mide con base en el crecimiento, al igual que la idoneidad de la política de gobierno. Pero el problema es que el crecimiento se sustenta en mayor consumo de energía, fundamentalmente hidrocarburos. Estados Unidos tiene el 4,7% de la población mundial y consume el 24, 4% de la energía del Planeta. Si todos alcanzáramos ese crecimiento el planeta colapsaría.
El capitalismo es un sistema que se sustenta en un crecimiento ilimitado, pero cómo compatibilizar esta necesidad con la finitud de los recursos naturales es una problemática todavía sin respuesta.
Actualmente, la producción mundial de petróleo es de 84 millones de barriles diarios y ha crecido en los últimos años de manera constante, fundamentalmente por el crecimiento sostenido de China, e India en menor medida. China ha pasado en pocos años de ser un país exportador a convertirse en el segundo importador de petróleo detrás de Estados Unidos.
En los últimos 30 años el mundo ha encontrado menos petróleo del que ha consumido. El descubrimiento de nuevos yacimientos alcanzó su pico en 1964. Se calcula que cerca de 50 países, entre los cuales se encuentra Argentina, ya han alcanzado su pico y por lo tanto producirán cada vez menos petróleo, incluyendo a Estados Unidos y el Mar del Norte. Es decir, el agotamiento de las reservas no es sólo un problema de nuestro país.
Comparado con 2004, la producción mundial creció 0,8% en 2005, mientras que la demanda en el mismo período creció cerca del 3%. Los altos precios no lograron extraer más petróleo de nuestro único mundo, es decir la baja en la producción no se da sólo en Argentina.
Globalmente, la producción de gas también alcanzará su pico dentro de algunas décadas, aunque es posible que Estados Unidos ya lo haya alcanzado.
Cuando se plantea que el petróleo será reemplazado por otro tipos de energía, se debe evaluar el EROEI (Energy Return on Energy Investement) o energía neta. Una de las razones por las cuales nuestra economía usa cada vez más cantidades de petróleo es precisamente porque el petróleo tiene comparativamente un alto EROEI. No hay otra fuente de energía que contenga tanta energía por unidad de volumen y de peso
Por el contrario, ciertas energías alternativas como células fotovoltaicas y la mayoría de los métodos industriales para producir biodiesel o bioetanol tienen un EROEI menor que uno o apenas superior. Esto significa que si consideramos todos los factores, la energía neta es muy pequeña o incluso debemos invertir más energía de la que obtenemos. El hidrógeno, promocionado como la solución mágica al problema energético, no es en realidad una fuente de energía sino un transportador de energía, como lo es la electricidad. El hidrógeno no se encuentra libre en la naturaleza. Actualmente, para producirlo se necesita utilizar una fuente de energía, como la nuclear, con lo cual su energía neta sigue siendo negativa. Las células de combustible son todavía una quimera. Algunas alternativas de energías renovables como la eólica o hidroeléctrica tienen un mejor EROEI, pero su expansión potencial todavía está limitada por factores físicos. A pesar de ciertas combinaciones, no es posible todavía obtener energía suficiente de fuentes renovables para satisfacer la demanda actual. La infraestructura para energías alternativas requiere de grandes inversiones y mucho tiempo, en la escala de décadas, para que su implementación se difunda. Hoy, por ejemplo, la energía solar genera menos del uno por ciento de la electricidad de EE. UU. La esperanza es que alcance el ¡dos por ciento en 2025!
A diferencia de otras crisis petroleras, como las de 1973 provocado por el embargo de los países árabes a los países que apoyaron a Israel y la de 1979 debido a la guerra entre Irán e Irak, la crisis petrolera que se avecina no es fruto de la política sino de la geología y de las leyes de la naturaleza.
En este contexto, la incorporación de Venezuela al Mercosur es una excelente noticia que no se la ha valorado en toda su dimensión.
A partir del “peak oil” estamos entrando en la segunda fase de la era del petróleo y, en esta etapa de escasez, es bueno entrar abrazado a un país petrolero.
Fuente: Ceepys