sábado, 29 de diciembre de 2012

Predicciones para 2013





Un año más me veo en el brete de aventurar qué es lo que nos va a deparar el año que viene, en función de las tendencias actuales y los eventos que se intuyen, y dentro del curso general de esta crisis que ya sabemos que no acabará nunca. No soy demasiado amigo de hacer predicciones a corto plazo puesto que los inevitables errores de estimación pueden llevar a algunos a desdeñar todo lo que se dice por la imprecisión de la previsión, cuando en realidad el curso general predicho se va siguiendo de manera, por desgracia, hasta ahora inmutable. Sin embargo, una y otra vez los lectores piden que se les dé algunas pautas sobre el futuro, y por tanto este año de nuevo volveré a intentar vislumbrar ese futuro cercano. Pero si ya nunca fue un ejercicio sencillo barruntar el futuro, el año 2013 que nos aguarda a sólo unos días parece más ominoso y también más complejo de adivinar que los años anteriores. Espero, por tanto, marrar por más en las predicciones de este año que lo que he hecho nunca en años anteriores, y por ello ruego a los lectores que especialmente esta vez se queden con el espíritu general de las líneas que desde aquí se intentan trazar antes que con su contenido exacto.
Repasemos, primero, en qué han quedado las predicciones del año pasado.


  • La Gran Recesión, segunda parte: A estas alturas, la recesión es obvia en España y el Reino Unido, más o menos evidente en el resto de Europa, y posiblemente está llamando ya a las puertas de Alemania. EE.UU. se mantiene aún en tasas positivas, aunque es difícil conciliar este hecho con el descenso del consumo y las malas perspectivas (relativamente) para el empleo en aquel país. Japón está francamente en recesión. Entre tanto, China crece a su menor tasa de los últimos años, enorme en cifras relativas (7,4%) pero insuficiente para China, dados sus desequilibrios internos. El paro en España se acerca al 26%, en línea con lo previsto, y los posibles movimientos para compensarlo no han sido suficientes para hacer bajar más el guarismo. Esta predicción, por tanto, la considero globalmente acertada, con los matices que Vds. crean convenientes.
  • Quiebra de grandes empresas: No ha sido un gran año para muchas grandes empresas, pero no hemos visto un colapso generalizado (tampoco era ésa, en realidad, la predicción). Varias aerolíneas han desaparecido durante este año (sin ir más lejos, Iberia está a punto de desaparecer) y la automovilística Peugeot ha tenido que pedir auxilio al Estado francés. Algunas firmas de electrónica de consumo también han tenido problemas y grandes compañías como Telefónica ven reducirse enormemente su negocio en España. Hasta que no pasen estas Navidades no será evidente el drama en el sector del comercio (piensen que para muchos comercios la Navidad representa hasta el 80% de su facturación anual), con grandes comercios españoles como El Corte Inglés en el punto de mira. Considero esta previsión, por tanto, bastante acertada.
  • Generalización de las revueltas: Las cosas no van bien, la guerra civil en Siria ya es abierta, en Egipto vuelven las movilizaciones y hay bastante malestar en la mayoría del mundo, pero en general la situación no es de revuelta. A pesar de los altos precios de los alimentos no hay un movimiento a escala global. Mi impresión es que están al caer (ver más abajo), pero en todo caso esta predicción se puede considerar errónea.
  • Creciente autoritarismo: Si vive Vd. en España no creo que necesite darle muchos ejemplos para que se dé Vd. cuenta de que, efectivamente, el autoritarismo está haciendo mella en la sociedad. Las manifestaciones "incontroladas" de este año han sido reprimidas con mano más dura que las del año pasado, y encima han sido más frecuentes. Se ha intentado criminalizar hasta extremos absurdos a los participantes en esos eventos y, al tiempo, acreditadas voces del mundo político llaman a limitar los derechos en general, por ejemplo el de huelga, que en realidad no tienen nada que ver con el problema de contestación en la calle. Los escándalos que salpican al empresariado y los dirigentes políticos son continuos (la lista es interminable: ponga aquí sus favoritos), afectando a prácticamente todos los partidos políticos, ciertamente en España pero también en Europa y en los EE.UU.; y el nerviosismo de unas clases dirigentes que se saben cada vez más acorraladas crece por momentos. Esta previsión la considero acertada en lo esencial.
  • Posible colapso de algún productor esencial: De petróleo, se entendía. Se daba como una posibilidad más o menos remota; en cualquier caso, sin duda no ha pasado.
  • Rescate financiero en Europa: Esencialmente, no. Se ha tonteado mucho con esta posibilidad, pero ni Italia ni España han sido formalmente rescatadas, aunque sí que el sector financiero español ha recibido un rescate de Europa a través del Estado español. Aún no está claro si España o Italia pueden ser rescatadas, dada su tamaño.
  • Idiosincrasia típicamente española: Unos cuantos ayuntamientos españoles están, efectivamente, en situación de suspensión de pagos, pero el Estado no ha intervenido, posiblemente porque no son demasiado grandes. Las Autonomías no han suspendido pagos, aunque la Comunitat Valenciana estuvo a punto de hacerlo; ahora mismo cuatro comunidades sobreviven por las transferencias directas que les hace el Estado para mantenerse. El IBEX 35 llegó a perder casi 3.000 puntos durante el verano respecto a sus valores al abrir el año (8.723 el 2 de Enero, 5.956 el 24 de Julio) y de Mayo a Agosto estuvo 2.000 puntos por debajo de los valores de Enero, aunque actualmente sólo está unos 400 puntos por debajo de la apertura del año. Las reformas promovidas por el Gobierno que anticipábamos han, por desgracia, llegado ya, y los problemas de liquidez que preveíamos me han afectado incluso a mi.
  • Ventana de oportunidad: De momento desaprovechada, y con la crispación se está cerrando. La masa furiosa no atiende a razones.
  • Fin de este blog: Identificado en la previsión de hace un año como un evento muy poco probable, afortunadamente no se ha producido.
Como ven, el resultado neto de las previsiones del año pasado es un grado de acierto más que significativo. Hagamos ya, pues, el arriesgado intento de proyectarnos en el futuro:


  • Recesión instalada: Con crecimientos débiles plagados de problemas fiscales y de empleo como en los EE.UU., o recesión declarada, como en la mayoría de la Unión Europea, el mundo occidental se enfrenta por primera vez a un fenómeno que no conoce: la recesión instalada. A diferencia de las fases de recesión previa, ésta no va a dar tregua: algún trimestre o semestre el PIB puede mantenerse plano, pero la tendencia continuada es a una disminución a buen ritmo, y así seguirá para la mayoría de Occidente y durante años. Ninguna medida que se tomará para combatirla será eficaz, y los problemas en vez de disminuir se agravarán, al tiempo que los recursos de los Estados se drenarán a una velocidad inusitada, dejándoles impotentes. En España el IBEX 35 bajará 2.000 puntos por lo menos pero esta vez ya no los recuperará. Algunas grandes empresas presentarán pérdidas por primera vez en su historia, y algunas multinacionales irán soltando lastre, disminuyendo rápidamente el volumen de negocio en España y en Europa. El paro en España llegará al 28% durante el primer semestre, sin que la cada vez más indisimulada emigración le haga mella.

  • Restricciones de acceso a carburantes: Aún es quizá pronto para esto, pero por primera vez este año veo posible que se comience a racionar el combusible en cierta medida. En los países de la OCDE no se hará con cartillas, pero sí con penalización económica hacia los grandes consumos de poco o nulo interés industrial; en el resto de países, con cartillas y decretos gubernamentales duros. El problema de las refinerías obligará a algunos Estados a actuar, tomando el control de las mismas y asumiendo sus pérdidas; para contrarrestarlo, intentarán imponer nuevas cargas a las compañías petrolíferas, con escaso éxito ya que los gravámenes se transmitirán casi directamente al consumidor, agravando el siguiente problema.
  • Espiral inflacionaria sobre la energía: Por primera vez, la sociedad, incluso en Occidente, empezará a ser consciente de que hay un problema con la energía: el precio de la misma aumentará sin parar. Combinado con la devaluación de los sueldos, se generalizarán los casos de pobreza energética, hasta representar porcentajes importantes de la población en Europa y los EE.UU., mientras que en el resto del mundo la pobreza energética será la norma.
  • Revueltas en Occidente: La contínua devaluación del factor trabajo hará que sin tener una gran inflación el coste de la vida cada vez será mayor para las clases trabajadoras. Aún no se identificará la causa con claridad, pero la rabia será creciente, dados los recortes sociales, las interrupciones de servicios esenciales por impago y los desahucios. Las revueltas en las calles serán cada vez más violentas, con asaltos a sedes institucionales. Se producirán los primeros muertos, lo cual favorecerá una mayor involución autoritaria.
  • Colapso financiero de la UE a cámara lenta: La indefinición de la Unión Europea sobre los problemas financieros de los países periféricos se va instalando hacia su centro. Durante 2013 se hará evidente que incluso Bélgica, Holanda y Francia necesitarían algún tipo de ayuda. Si el rescate a Italia o a España era dudoso dado su gran tamaño, que los problemas se extiendan a Francia ataca directamente al corazón económico de la Unión, a un paso ya de su núcleo central: Alemania. Los indicadores de la nación teutona no serán nada positivos y crecerá el miedo a un colapso generalizado de toda la Zona Euro, puesto que es imposible rescatarlo todo si no hay quien rescate. Durante este año se introducirán en los medios de comunicación temas de discusión hasta ahora inauditos, más allá de la ruptura del euro: hiperinflación, movilización del ejército, medidas de excepción... Las derivas separatistas de algunos territorios se utilizarán como excusa para reforzar el autoritarismo más o menos jaleado por los medios de comunicación.

  • Tensión fiscal en EE.UU.: Estados Unidos flota sobre una burbuja de autocomplacencia en materia fiscal, mientras su deuda pública supera ya el 100% de su PIB y su PIB se infla con estadísticas convenientemente maquilladas para disimular el naufragio de esa gran nación. La fortaleza de los EE.UU. radica desde hace años en la fortaleza del dólar como moneda de reserva, pero tal fortaleza depende de factores bastante impredictibles como es la confianza de los inversores. Las sucesivas rondas de alivio cuantitativo (eufemismo para decir "imprimir más dinero para pagar las deudas") no han llevado a la previsible oleada de hiperinflación por el enorme agujero financiero de los bancos, que está absorbiendo la mayoría de ese dinero extra, así que las toneladas de papel verde virtualmente impresas sirven para evitar que esos agujeros negros financieros se traguen la economía norteamericana. Sin embargo, liberado de ese efecto de succión de las deudas impagadas el "normal funcionamiento de la economía estadounidense" hace que se exporte la inflación creada en suelo norteamericano hacia otros países, a los que se les compra con dólares devaluados productos de mayor valor. Tal bombeo de inflación al exterior no puede continuar por siempre y en algún momento se dejarán de aceptar de manera tan ventajista los dólares para transacciones internacionales, quizá fruto de una derrota militar. Mientras este momento llega, EE.UU. acumula desequilibrios que ponen al país periódicamente al borde del colapso fiscal, como está pasando ahora mismo. En algún momento alguien estirará demasiado de la cuerda y esta se romperá; el día que eso suceda, las consecuencias se notarán por todo el mundo. Es difícil saber si éste será el año de la ruptura, pero cada año que pasa es más probable.
  • El crash del carbón: La presión por crecer de China puede llevar a colapsar el mercado internacional del carbón. China absorbe de facto la mayoría de las exportaciones de carbón del mundo en este momento, su producción de carbón ha llegado oficialmente a su máximo "planificado" y no se ven salidas fáciles a su necesidad de consumir más carbón que no sean apropiándose por medios comerciales o militares del que consumen/producen otros, o bien aceptar entrar en recesión. Sea como sea, es previsible que durante 2013 se produzcan episodios drásticos e incluso violentos respecto al comercio internacional del carbón.
  • Agua, alimentos y primera Guerra del Hambre: Según alerta la FAO, las reservas de grano están en mínimos después de una cosecha cerealística que ha estado entre las peores de la década. Los expertos avanzan una hambruna a escala global para el año que viene, la tercera crisis alimentaria en los últimos 4 años. La carestía de alimentos desató las revueltas del mundo árabe de principios de 2011 y probablemente las reavivará durante 2013, llevando las revueltas a algunos territorios nuevos. Aunque es posible que la carestía se note también, en mucha menor medida, en Occidente, lo más grave es el posible estallido de una guerra entre dos países sensibles en su disputa por el agua potable (cada vez más escasa) o directamente por el suministro alimentario. Inclusive, es posible que si algún país central en la producción de petróleo como Arabia Saudita sucumbe fruto de sus revueltas internas se arbitre en breve tiempo una coalición internacional para "restablecer el orden vigente", ocupando los pozos petrolíferos y dejando intocadas las zonas religiosamente sensibles "para no ofender a los musulmanes". El problema es que difícilmente China o la India se alinearían con un bloque liderado por los EE.UU., con lo que el primer conflicto internacional por la disputa de los despojos de la segunda parte de la era del petróleo comenzaría. Tal escalada sería el peor escenario posible; para 2013 lo más probable es que dos países menores, espoleados por sus revueltas internas causadas por el hambre, entren en guerra por disputas fronterizas relacionadas con el agua o los recursos en general, con la intervención más o menos velada de EE.UU., la UE, China y eventualmente Rusia. Sería la Primera Guerra del Hambre.
  • Fin de este blog: En algún momento de los próximos años la libertad de expresión sufrirá un duro revés. Este blog, que ya tiene sus problemas como foro de discusión abierta, tendrá que enfrentarse tarde o temprano a la censura y al cierre. Durante el año que empieza la probabilidad de que el blog sea cerrado es aún pequeña a mi entender, aunque sensiblemente mayor que el año pasado, y su futuro en parte depende de la responsabilidad de sus comentaristas. Añadido a esto, está la necesidad del que esto escribe de reducir el ritmo actual debido a múltiples compromisos y a las crecientes dificultades en mi trabajo, que me llevarán a estar más apartado del blog - pero de esto hablaremos en el siguiente post.

Salu2,
AMT


Fuente: The Oil Crash



miércoles, 21 de noviembre de 2012

Falta gas para un ardiente verano

La súbita ansiedad del Gobierno por aumentar urgentemente la producción de gas natural, elevando precios a los productores domésticos, tiene motivos muy importantes. Al malhumor social que quedó en evidencia en las protestas del 8 de este mes sólo faltaría agregarle un racionamiento y cortes programados o no de electricidad y de gas natural comprimido.
La producción ha tenido una disminución importante desde junio pasado y el consumo no se detiene, lo que requiere de mayores importaciones.
Es el resultado de la ruinosa política aplicada en los últimos ocho años por lo menos, cuando en lugar de mejorar los precios locales se comenzó a recurrir a las importaciones de fuel oil venezolano. Además, el subsidio de las tarifas locales estimuló el consumo de un bien que se prefirió pagar más caro importándolo de Bolivia y por barco, desde otros países a costos todavía mucho más altos.
El resultado es, además, el déficit comercial de la balanza energética, que obliga al cepo cambiario. Los argentinos podrán tener, si no perdieron los subsidios, energía y gas barato a cambio de no poder contar con dólares para ahorrar, sufrir restricciones colosales para el turismo y aun padecer la escasez de productos importados imprescindibles, como medicamentos y prótesis.
Las cifras de la Secretaría de Energía son preocupantes y muestran la sostenida caída de la producción.

Los planes del estilo Gas Plus parecen haber fracasado. La idea de que se puede mantener un precio congelado para los volúmenes que ya se producían y otro para los incrementos no mostraron resultados. Los empresarios del sector suelen creer que si se les permite cobrar un precio mayor para algunos grandes consumidores no hay garantía de que se los respete. ¿Qué pasaría el año próximo ante una ola de frío próxima a las elecciones? ¿Se permitiría seguir enviando Gas Plus más caro a las fábricas, por ejemplo, en lugar de entregarlo a las redes domiciliarias a bajo costo para evitar bajas de presión y suspensiones de la provisión de GNC a taxistas? La última vez que se intentó racionar el suministro a los automóviles de alquiler hubo un escándalo de grandes proporciones en los principales centros urbanos.
La participación de la estatal Enarsa no parece ayudar mucho. Lanzada como la solución total para el mercado energético argentino, manejada como una empresa privada, pese a ser totalmente de propiedad estatal, la compañía produce poco y nada de gas y es mayoritariamente una intermediadora de importaciones.
Según las estadísticas de la Secretaría de Energía no produjo un solo metro desde mayo último y redujo, así, a cero su pobre participación en el mercado, que en el mejor mes de producción apenas llegó a unos 466.000 metros cúbicos, sólo el 0,12% del total nacional. Hasta septiembre lo entregado fue apenas el 0,004% del total nacional.
Las necesidades son enormes no sólo por las urgencias. YPF enfrenta toda clase de problemas para interesar inversores en la explotación de yacimientos no convencionales, que, con costos mucho mayores, requieren de un precio de retribución más alto.
Un mayor precio en boca de pozo también tendría efectos políticos. Las regalías van directo a las cajas de los gobernadores, que así pueden independizarse, de algún modo, de las presiones financieras de la Casa Rosada.
Un incremento de los precios, que tendría costo político si llega a las facturas, tendrá además el potencial de darles alguna autonomía financiera a los mandatarios de Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, Mendoza, Tierra del Fuego, Chubut y Salta, que podrían mostrarse menos sumisos, cuando el Gobierno intente conformar las listas con las que enfrentará una crucial elección de medio término.
El Gobierno ha temido y ha logrado evitar un apagón domiciliario y, a diferencia de los cortes programados ruinosos para el gobierno de Raúl Alfonsín a finales de los 80, hizo los apagones en la industria.
Los empresarios y algunos sectores políticos creen que, si bien la inflación, la inseguridad y el cepo cambiario han minado el respaldo al Gobierno en enormes proporciones, ninguno de ellos tiene aún la posibilidad de hacer estallar la furia que despertaría un colapso energético.
Las autoridades parecen tener el mismo convencimiento y trabajan contra reloj para asegurar el abastecimiento en los próximos meses.
El gas se utiliza no sólo para calefacción y para hacer funcionar industrias, sino que también cumple un importantísimo papel en la generación eléctrica, crítica en un verano caluroso.
El cepo cambiario incentiva la demanda de turismo en el país, aumentando el consumo en áreas que suelen tener problemas de abastecimiento, no sólo por la producción de energía, sino también por la distribución.
Las incógnitas para los calurosos meses por venir son todavía múltiples.


Fuente: Diario La Nación

lunes, 8 de octubre de 2012

El dinero no se reproduce

Si mañana nos revelasen que en tal o cual continente remoto sus moradores padecen una altísima tasa de mortalidad porque creen que en invierno hace un calor sofocante y salen a la calle en mangas de camisa, muriendo de congelación, concluiríamos que tales personas han enloquecido. Lo mismo ocurriría si nos dijesen que en tal o cual comarca extraviada de los mapas los lugareños han resuelto que el agua es nociva para la salud, renunciando desde entonces a beberla, con la consiguiente mortandad por deshidratación. Pensaríamos que tales gentes han sufrido una especie de alucinación colectiva de inspiración diabólica; y la crónica de sus padecimientos -rematados siempre por la extinción física- nos encogería el alma.

Sin embargo, la llamada ‘crisis económica’ se asienta sobre una afirmación tan insensata como las anteriores, que consiste en creer que el dinero se reproduce. Aunque, bien mirado, es todavía más demencial y rocambolesca: pues, aunque sea excepcionalmente, los inviernos pueden ser calurosos o el agua dañina para la salud; en cambio, el dinero no se puede reproducir nunca: ni aunque le montes un picadero con sauna y jacuzzi, ni aunque lo sometas a tratamientos de fertilidad, ni aunque pruebes a cruzar entre sí las diversas ‘especies’ monetarias se reproduce, por la sencilla razón de que no tiene genitales. Sin embargo, los sacerdotes de la idolatría plutónica (la llamaremos así en honor a Plutón, el dios pagano de las riquezas, que no en vano era también el dios del infierno) han logrado convencernos de lo contrario; y en el pecado de credulidad (que es, en el fondo, pecado de avaricia) llevamos la penitencia.

Todos los filósofos clásicos tenían claro que el dinero era en sí mismo estéril, a diferencia de las ovejas, los manzanos o las amapolas. Por supuesto, mediante nuestro trabajo -entendido en un sentido amplio, como fuerza, ingenio, riesgo, capacidad imaginativa, emprendimiento, etcétera- el dinero puede ser invertido en empresas productivas que redundan en un beneficio: quien compra dos cerdos, macho y hembra, y los alimenta y cuida con esmero, logrará que se reproduzcan; quien compra una tierra y la cultiva con tesón logrará cosechas fecundas; quien compra una máquina logrará transformar las materias primas en bienes de consumo. Pero en todos estos casos el dinero no se ha reproducido: lo que ha ocurrido es que la conjunción de los bienes que la naturaleza nos procura y el trabajo humano ha generado un beneficio.

Puesto que el dinero no puede reproducirse, Santo Tomás pudo establecer que «cobrar usura por el dinero prestado es en sí mismo injusto, porque es vender lo que no existe, lo cual conduce inevitablemente a la desigualdad, que es contraria a la justicia». En efecto, si no se encarna -en una pareja de cerdos, un pedazo de tierra o una máquina-, el dinero deja de existir propiamente, porque tan solo es un valor que representa el valor de las cosas; y, desarraigado de ellas, se convierte en un puro fantasma. Pero la idolatría plutónica, para justificar la usura, dio en la locura de afirmar que el dinero podía reproducirse por arte de birlibirloque, desligado de los bienes a los que representa y sin intervención del trabajo humano, que desde entonces fue sustituido por una suerte de picaresca fraudulenta que convirtió la economía en una lotería especulativa, según la cual -risum teneatis- los activos financieros multiplican exponencialmente el producto interior bruto mundial; y la pobre gente aceptó tal disparate, engolosinada ante la expectativa de que sus ahorrillos pudieran multiplicarse, en una suerte de parodia eucarística, a través de los terminales informáticos.

Aceptada esta reproducción fantasmática del dinero, los sacerdotes de la idolatría plutónica montaron un aparato de matemática recreativa, sin sostén alguno en la realidad, cuya única finalidad consistía en justificar una ideología económica fundada en la usura que, a la vez que saqueaba la riqueza real de las naciones, las endeudaba hasta extremos insoportables, conduciéndolos a la ruina física y moral. El sistema de reserva fraccionaria, que permite a los bancos conceder préstamos ad infinítum sobre una exigua base originaria de dinero real, terminaría por convertir el sistema financiero mundial en una inmensa estafa que solo se distingue de las de Madoff o Afinsa en que la avalan los sacerdotes de la idolatría plutónica, que saben que están mintiendo, porque el dinero no se reproduce, ni se reproducirá jamás de los jamases.

Pero sostendrán la mentira hasta la aniquilación final. Más nos valdría creer que en invierno hace calor o que el agua es dañina para la salud.

El dinero no se reproduce.









viernes, 28 de septiembre de 2012

Las Guerras del Hambre

Queridos lectores,

Hay un temor que me atormenta desde hace meses. Bueno, más que temor es una certeza. La certeza de que estamos viviendo los últimos meses antes de un estallido de escala planetaria, en el que las múltiples contradicciones de nuestro sistema económico y de explotación de recursos no podrán ser soslayadas o evitadas por más tiempo y que romperán con toda su intensidad, haciendo que el descenso por el lado derecho de la curva de Hubbert sea más abrupto que lo que nos marca la idealizada previsión inicial. Varias crisis se están desarrollando ahora mismo, pero nuestra atención está fijada en la crisis económica que sufrimos cada uno en nuestro país respectivo (sin ver que todos los países están en similar situación), mientras que nuestros medios de comunicación prácticamente sólo tienen ojos para la crisis financiera (puesto que ésta es la que más interesa al gran capital, quien es a la postre quien posee y financia estos medios). Y todas las demás crisis que se están desarrollando pasan por completo ignoradas, cuando en realidad están más conectadas de lo que pensamos con nuestras más cercanas preocupaciones. De todas esas otras crisis ignoradas, hoy destacaré tres que forman una cadena lógica de ominosas implicaciones para nuestro futuro: la crisis energética, la crisis climática (incidiendo en el problema del agua) y la crisis de los alimentos.


No hablaré aquí una vez más sobre la crisis energética, al menos no per se. Prácticamente todo el blog está dedicado a esta temática y los lectores habituales ya conocen los aspectos fundamentales de la misma (y para los lectores sobrevenidos recomiendo la lectura del prontuario sobre el peak oil y el post "Mensaje en una botella"). A estas alturas sabemos ya que, debido a la conexión entre economía y energía y a que estamos a las puertas de un declive energético severo, esta crisis no acabará nunca.


Otra crisis de la que de tanto en tanto se ha escrito en este blog es la crisis ambiental, y en particular los aspectos asociados el cambio climático. No es el tema de este blog (si quieren amplia y rigurosa información sobre este tema, mi blog de referencia personal es Usted no se lo cree). Hay cada vez más indicios de que los efectos de cambio climático a escala global asociados a la actividad humana se están amplificando y acelerando, y en ese sentido este verano ha sido pródigo en tales efectos. A principios de Julio supimos que la capa superficial de hielo de prácticamente toda Groenlandia se había fundido en cuestión de cuatro días (ven los mapas de la superficie afectada por la fusión superficial de los días 8 y 12 de Julio):



Numerosos medios dieron cuenta de este hecho, aunque los errores de comunicación fueron abundantes. Así, en algunos medios se dijo que toda Groenlandia se había fundido (cosa absurda, porque el nivel de los mares habría subido de manera inmediata unos 7 metros) y en otros, más comedidos, que esa capa fundida había acabado toda en el mar (en realidad, la mayoría volvió a congelarse en el mismo sitio). Esto dio pábulo a algunos elementos del negacionismo climático a desplegar su artillería y, no pudiendo negar los datos (vienen directamente de observaciones de la NASA), afirmaron que tal tipo de fenómenos pasan regularmente e insinuaron que tales efectos son normales puesto que hace 123 ya pasó algo similar, basándose en que la nota de la NASA afirmaba que no se había visto algo así en 123 años. En realidad las primeras observaciones (obviamente in situ y no por satélite en aquella época) datan de hace 123 años, con lo que en realidad la afirmación de la NASA es que no hay registros históricos de un deshielo de esa magnitud. De hecho, es fácil deducir que hacía mucho tiempo, como mínimo unos siglos, que no se había producido tal cosa, simplemente viendo el efecto que causó la pequeña parte del agua que sí que llegó a los ríos. Supongo que en los anales de Groenlandia deben tener constancia de las riadas que se han llevado sus puentes por delante...

La cuestión del deshielo superficial en Groenlandia no es un asunto menor. Durante las horas o días que la capa superficial fue líquida dejó expuesto el hielo más antiguo, que es de color oscuro y absorbe más la radiación, con lo que parte de ese hielo también se habrá fundido. Una parte de ese agua se habrá filtrado hasta la roca (que está a unos 2.000 metros por debajo de la superficie del hielo, tal es el espesor medio de la capa helada) y ahí contribuirá a las charcas de agua que lubrican el movimiento de las lenguas glaciares, acelerando la caída de icebergs al mar; además, se habrán creado más grietas en toda la extensión del manto helado. En suma, el colapso de la capa de hielo de Groenlandia se ha acelerado. Sigue siendo un proceso lento, que requerirá de siglos, pero estos eventos pueden haber acortado tal plazo sensiblemente.

Este mismo verano la extensión del hielo ártico ha llegado a un mínimo histórico. Miren la siguiente gráfica, descargada de la web del National Snow and Ice Data Center:



Lo que ven son las gráficas del área que ocupa la capa helada que flota sobre el Oceáno Ártico. La curva negra continua representa la media 1979-2000. La franja gris que la rodea nos da una idea de la variabilidad de esa superficie durante esos 21 años (en ese período hubo años con mayor y con menor deshielo que esa media de la curva negra, y la franja gris nos da una idea de las diferencias en ese período). Como es natural, cada año la extensión del hielo es menor durante el verano en el Hemisferio Norte y mayor durante el invierno. La curva de trazos representa el peor año del que se tenía registro: 2007. Durante ese año, una serie de factores climatológicos adversos y algunas coincidencias hicieron que la capa de hielo ártica se redujese a niveles nunca vistos. La curva en azul representa la evolución de esa superficie en lo que llevamos de año. Este año no ha habido tales factores climatológicos, pero aún así la cobertura de hielo se ha reducido aún más que en 2007. Encima, se sospecha que el hielo del Ártico cada vez es más joven y delgado. Si el proceso continúa su progresión, en el peor escenario posible podríamos ver el Ártico libre de hielo algún verano hacia 2020.

Aparte de estos fenómenos tan extremos, ha habido multitud de otros fenómenos que indican un agravamiento de la indeseable tendencia al calentamiento. Estos otros fenómenos, tomados aisladamente, no son en absoluto inequívocos signos del cambio global antropogénico, pero la conjunción de todos ellos lo hacen más verosímil ya que son justamente el tipo de cosas que deberían suceder como corolario: sucesivas olas de calor en Europa y en España, sequía en amplias zonas de los EE.UU. y de Europa (España incluida), etc. Otros efectos menos linealmente relacionables con el cambio climático deberían de producirse, también. Por ejemplo, el progresivo deshielo del Ártico debilita la circulación del brazo norte de la Gran Cinta Transportadora oceánica, lo que hará que a Europa llegue menos calor y humedad y que por tanto los inviernos tiendan a ser más secos y fríos (y consecuentemente que el rendimiento agrícola baje). Es por ello preferible hablar de "Cambio climático" y no "Calentamiento global", porque aunque efectivamente la temperatura media del planeta está subiendo y el planeta en su conjunto se está calentando, el clima es el resultado de una respuesta compleja a muchos factores y en algunas zonas se pueden producir, por efectos como el descrito, fases de enfriamiento relativo a escala regional. Nada cambia la gravedad del problema, pero dada la constatada necedad del ser humano para comprender problemas de gran escala espacial y temporal, y la actuación decidida de grandes grupos de presión con campañas contrarias, conviene evitar que se confunda a la opinión pública con argumentos ridículos y banalizantes, tipo el primo de Rajoy. Resultaría chocante, de no saber cómo funcionan estas cosas, que justamente en este año en que los signos de calentamiento global son tan evidentes se está haciendo un esfuerzo intenso de propaganda para minimizar los problemas y para confundir a la población. Aunque en realidad se repiten los argumentos de siempre, a falta de otros mejores, al tiempo que se abandonan algunos que ya se han visto fracasados delante de la opinión pública (como aquella afirmación de que "los glaciares en realidad avanzan"). Y se asegura, por ejemplo, que "variabilidad climática siempre la ha habido, son efectos naturales" ignorando el hecho de que los registros paleoclimáticos no muestran nunca un evento de la actual amplitud (el doble que cualquier otra conocida) y rapidez (décadas en vez de siglos o milenios), y mucho menos a escala global, cuando además la actual variación se correlaciona perfectamente con el aumento de concentración de CO2 en la atmósfera. También, en vista de que la batalla del Ártico está perdida, hay una corriente negacionista que argumenta que por el contrario todo va bien en la Antártida, hasta el punto de que la superficie del mar cubierta de hielo aumenta en el hemisferio sur. Y sí, sí que aumenta, en la misma medida que el volumen de hielo continental disminuye (en suma, se ve como positivo el hecho de que el Océano Antártico esté más lleno de icebergs provenientes del deshielo acelerado de la Antártida). Eso sin contar con que el hielo que está cayendo al mar cada vez es más antiguo.

Nadie puede estar seguro de a qué velocidad se desarrollarán los peores efectos del cambio climático, máxime cuando hasta la propia Agencia Internacional de la Energía reconocía en su último informe anual que tan pronto como en 2015 podríamos pasar un punto de inflexión o no retorno, después del cual la evolución del cambio climático será incontrolable e irrefrenable. Sin embargo, es muy probable que algunos de los efectos más indeseables asociados al cambio climático ya se están manifestando, y en particular querría destacar uno cuyo potencial desestabilizante para las sociedades humanas es muy grande: la crisis del agua potable, a veces denominado pico del agua (o peak water).

Resulta paradójico que en un planeta cuya superficie es en más de tres cuartas partes agua se pueda hablar del pico del agua. Por supuesto el problema no es que haya suficiente agua, sino que haya suficiente agua potable como para cubrir las necesidades humanas. El agua es un recurso renovable, pero cualquier recurso renovable tiene una tasa máxima de extracción a partir de la cual se comporta como no renovable, y encima aquí nos interesa un subconjunto del total, que es el agua potable. Y es que para que el agua sea potable se tiene que preservar no contaminada durante todo su proceso de acumulación natural, y además se tiene que respetar su ritmo de recuperación. Nada de eso hacemos. Nuestro natural desprecio a los efectos de la contaminación industrial, unido a nuestra incapacidad de gestionar la abundancia, y también -aunque en menor medida- el aumento de población, nos han llevado a esta curiosa situación, en la que múltiples países se ven amenazados por problemas relacionados con la falta de agua (pueden ver algunos ejemplos siguiendo este enlace). De todo el cúmulo global de desdichas que acarrea la pérdida de acceso a tan precioso líquido quiero concentrare en dos países que serán determinantes para nuestro futuro: Arabia Saudita y los EE.UU.

En Arabia Saudita, se lo crean o no, el pico del suministro de agua terrestre se alcanzó a principios de los 90 (como muestra este gráfico extraído de la wikipedia):


Arabia Saudita ha compensado esta declinación utilizando agua de desalinizadoras, hasta el punto de que actualmente representa el 50% del consumo de agua del país. Estas desalinizadores utilizan mucha energía eléctrica, la cual en ese país se genera principalmente consumiendo petróleo y gas dada su gran disponibilidad, aunque eso hace que el consumo interno particularmente de petróleo se esté acelerando, como muestra el siguiente gráfico generado usando las herramientas de Flujos de Energía:




El imparable aumento del consumo interno saudí está llevando a la muy alarmante conclusión de que el país dejará de exportar petróleo hacia 2030 (tema del que se deducen multitud de otras conclusiones poco agradables y al que volveremos en un post próximo). La otra gran fuente de agua en Arabia Saudita son sus acuíferos, de los cuales Arabia Saudita ha dependido durante años para, aunque les parezca increíble por ser un país desértico, producir su propio trigo e incluso exportarlo. Por supuesto tal delirio no podía continuar por siempre (a ritmos de explotación de hace unos años el acuífero quedaría agotado hacia este mismo año) y Arabia Saudita ha tenido que cambiar radicalmente su política agraria, importando en la actualidad el 100% de los alimentos que consume.

Desgraciadamente Arabia Saudita  necesita el agua para algo más que el consumo humano y agrícola: para mantener su producción de petróleo, una conexión que muchas veces deliberadamente se ignora pero que se vuelve crítica cuando se habla de pozos muy maduros que únicamente pueden mantener sus niveles productivos por el continuo esfuerzo de inyectar vapor de agua a presión (y eso hace que en el otrora grandioso Gawhar ahora salga más agua que petróleo). Prueba del gigantesco esfuerzo que está haciendo Arabia Saudita para mantener la producción de ese maduro campo petrolífero es este mapa de explotación que he sacado del enlace anterior:

Mapa extraído de la web The Oil Drum, http://theoildrum.com. Los puntos rojos representan pozos de extracción de petróleo, con importantes ramificaciones (fractura horizontal). La pléyade de puntos azules son pozos de inyección de agua. Los puntos amarillos son pozos de control u observación.


Tal ingente cantidad de agua podrá venir de las desaladoras, con gran coste energético y aumentando el consumo del país, en el caso de los yacimientos más cercanos a la costa; pero tendrá forzosamente que salir del acuífero en los pozos más interiores, en tanto que su nivel no baje demasiado, y cuando esto pase tendrá que ser bombeada desde la costa. Por supuesto no es preciso usar agua dulce, también se puede usar agua salada directamente, pero eso aumenta la corrosión y la formación de depósitos de sal, acortando la vida útil de las instalaciones, y en algunos casos acortando la vida útil de los yacimientos mismos (por la acumulación de sal en los estratos profundos). Sumen a eso que el país probablemente se está volviendo cada vez más árido por culpa del cambio climático, con lo que en un futuro nada lejano todo el agua para todos los usos tendrá que provenir del mar, con aumento ingente de costes económicos y energéticos. Y ahora recuerden que, como ya discutimos, los enormes programas de beneficencia que mantiene Arabia Saudita suponen un coste tan grande a la casa de Saud que no puede permitir que el precio del barril baje de los 90$ (lo que está por encima del límite que soporta la economía mundial, unos 80$). Tantas dificultades combinadas en un solo sitio hacen que la situación futura de Arabia Saudita sea no solo incierta, sino extremadamente peligrosa. En el momento que algún factor falle todo el país se puede derrumbar como un castillo de naipes.

En EE.UU. el problema del pico del agua es también un tema central, como muestra la importancia que le han concedido los medios. También EE.UU. tiene su gran acuífero en curso de agotamiento: el acuífero de Olgallala, un auténtico mar subterráneo que se estima que contiene unos 313 kilómetros cúbicos y del cual dependen el 27% de los regadíos de ese país. Sin embargo, a ritmos de explotación actual el acuífero podría quedar seco, según las estimaciones más pesimistas, en unos 20 años más. Por si eso fuera poco, EE.UU. se está enfrentando a su peor sequía desde el Dust Bowl de los años 30 (en realidad, probablemente ahora los índices son peores que entonces), como ilustra el siguiente mapa:




También en los EE.UU. se revela una conexión fuerte entre energía y uso del agua. En los EE.UU. se presume de que se ha conseguido aumentar la producción de petróleo e invertir la tendencia de las últimas décadas gracias a la aportación de los petróleos no convencionales, sobre todo los muy publicitados petróleos de esquisto, y que incluso los EE.UU. podrían volver a ser un país exportador. Nada más lejos de la realidad, como nos muestra un análisis de Gail Tverberg en su blog "Our finite world": en realidad, lo que ha llevado a revertir la tendencia son los escasamente útiles (en términos de energía neta) biocombustibles. Las cosas son en realidad peores: los petróleos de esquisto son los que están permitiendo enjugar el fiasco del gas de esquisto (de la explotación de cual son un subproducto), pero sólo mientras el precio del petróleo se mantenga elevado, y al precio de exportar miseria al resto del mundo abusando de que el dólar es una divisa de reserva. Mantener la quimera energética tiene además un alto coste en términos de agua: el sistema de fractura hidráulica usado para la extracción del petróleo y gas de esquisto requiere de grandes cantidades de agua (de acuerdo con el Departamento de Energía de los EE.UU., de 1 a 3 barriles de agua por barril de petróleo), compitiendo con otros usos. Otro problema conocido de la explotación de los esquistos es que el método de fractura hidráulica contamina los acuíferos con multitud de sustancias tóxicas y contaminantes. Este problema, una vez generado, persistirá durante mucho tiempo pero no se manifiesta inmediatamente. En aquellas zonas donde se extienda más esta práctica, la contaminación del fracking será un factor más de degradación ambiental. La crisis de la contaminación del fracking se desarrollará en los EE.UU. durante las próximas décadas, lo cual es crítico dada su importancia en el mercado mundial del cereal. Pero en un plazo más inmediato de tiempo, la grave sequía y las dificultades para conseguir más agua fósil (acuífero) en los EE.UU., uno de los principales productores cerealísticos del mundo, incide en el peor momento posible en la tercera de las crisis que quiero comentar hoy, y que es la que con mayor probabilidad va a desencadenar una ola destructiva global en el corto plazo: la crisis de los alimentos.

El índice de los precios de los alimentos de la FAO es un buen indicador de la carestía de los alimentos en el mundo. Este indicador se genera agregando el precio de diversos alimentos clave muestreados en diversos países del mundo (en realidad, en los principales mercados del mundo). El siguiente gráfico nos muestra su evolución durante las dos últimas décadas:


El índice de precios de los alimentos de la FAO lleva anormalmente alto desde el primer pico de precios de petróleo, en 2008, momento en el que se desencadenaron disturbios en decenas de países. En 2011 llegó a su máximo histórico (es una serie corta, en todo caso, puesto que el año de referencia es 1990) y desde entonces el índice ha disminuido un poco. Poco, en realidad, para muchos países donde su economía está deteriorándose rápidamente como consecuencia de la nueva ola recesiva. Pero es que además se espera que la cosecha de los EE.UU. sea mucho menor este año por culpa de la sequía que comentábamos más arriba. No es la única presión sobre el mercado de los alimentos. Al margen de los factores locales (sequía también en Europa, fuegos en Rusia, plagas en África...) está siempre la cuestión de los biocombustibles (recordemos que en 2010 el 6,5% de la producción de grano cereal y el 8% de la producción de aceite vegetal del mundo se destinó a la fabricación de biocombustibles). En un momento en que los precios permanecen altos y amenazan escalar en cualquier momento, organizaciones como Oxfam hacen un llamamiento por aplacar la sed de biocombustibles de Occidente y particularmente de Europa. EE.UU. no queda al margen de este problema; los años precedentes el país americano destinó el 43% de su producción de maíz para producir bioetanol, y si este año intentase mantener la misma cantidad absoluta el porcentaje sería mayor, dejando poco maíz disponible para otros usos (total, para tener una TRE ridícula, del orden de 1).

Y es aquí que las piezas del macabro puzzle empiezan a encajar, de manera fatal para nosotros. Un reciente estudio del MIT ha encontrado una significativa correlación entre altos precios del petróleo y el estallido de revueltas, como ilustra la gráfica principal del trabajo:


En la gráfica se sitúan, sobre el eje temporal, los episodios de revueltas en todo el mundo, independientemente de su causa aparente, y estos episodios, marcados como líneas de trazos rojos, se superponen sobre la gráfica del índice de precios de los alimentos. Ya sabemos que la existencia de tal correlación no implica causalidad (precios y revueltas pueden, ambos, responder a una tercera causa, o bien pueden haber más causas que no siempre ocurren concurrentemente pero que en la serie dada sí), aunque tal conexión suena a razonable. Tan razonable que un diario conservador español, ABC, se ha hecho eco de este estudio,  e invoca el hambre como la causa más probable de las actuales revueltas antiamericanas en los países musulmanes y de las del año pasado. Lo verdaderamente curioso es que este estudio del MIT tiene casi dos años.

Por la misma época que el estudio del MIT yo escribí el post "Revueltas del hambre, antesala del caos". En aquel ensayo yo iba un poco más lejos. Asociaba la mal llamada "Primavera árabe" de principios del 2011 con la súbita subida de precios de los alimentos, fruto de la escalada del petróleo ya que el Norte de África y Oriente Medio son muy dependientes de la importación de alimentos, sobre todo de países con sistemas de agricultura industrializada,  los cuales consumen grandes cantidades de energía, y en particular petróleo (recuerden que de acuerdo con el profesor David Pimentel, por cada caloría de alimento que le llega al plato a un occidental se han consumido 10 calorías de combustibles fósiles). Por lo que veo, ahora se empieza a reconocer que la causa inmediata de estas revueltas no es la implantación de twitter, facebook y demás redes, ni el lógico deseo de democracia, sino una causa más banal y que es más fuerte que la capacidad represora de los gobiernos: el hambre. Hace falta comprender que nuestra sistema económico y su estructura productiva nos está llevando a una situación de carestía de alimentos irremediable y seguramente permanente, tal y como señala Jeremy Grantham en su última carta a sus inversores. Y aunque de manera cínica podríamos pensar que que la crisis alimentaria sólo un problema de países pobres, que no se pueden permitir pagar sus alimentos, en realidad nos pone en un peligro inminente a los países occidentales. Porque la lista de los países principalmente afectados por su dependencia alimentaria exterior incluye a los mayores productores de petróleo del mundo, comenzando por Arabia Saudita.

Tenemos, pues, que además de la crisis económica y la financiera  hay tres crisis graves y profundas: la energética, la del agua (exponente del cambio climático) y la de los alimentos. Tres crisis que interactúan entre sí. Cada una de estas crisis sigue diferentes ritmos, pero el agravamiento de una de ellas conlleva el agravamiento de las otras: faltando energía vamos a métodos de extracción más agresivos, que liberan más CO2, consumen más agua y contaminan más, agravando el cambio climático, la disponibilidad de agua potable y la producción de alimentos. El avance del cambio climático restringe el acceso al agua y agrava la crisis de alimentos, y al hacer las condiciones de vida más duras se requiere de más energía. La falta de alimentos conducirá a estallidos sociales a escala global, a revueltas, a caídas de gobiernos y de estados, reduciendo el acceso global a la energía, llevando a soluciones energéticas más peligrosas, y al acaparamiento y mala gestión del agua. En principio, los efectos más negativos de estos procesos llevarán de años a décadas en realizarse, en observarse con toda su intensidad. Pero hay un factor extra que puede acelerarlo todo: el acaparamiento de tierras.

En un mundo donde las oportunidades de negocio comienzan a escasear, donde ya no quedan grandes minas por explotar, el nuevo Eldorado de la inversión internacional, la última frontera, resulta ser la primera, lo primero a lo que el hombre le puso precio en la Revolución Neolítica: la tierra cultivable. Compañías transnacionales occidentales, compañías estatales de los países del Golfo Pérsico y China se han lanzado desde hace más de una década a acaparar tierras de cultivo a gran escala y por todo el mundo: África, Asia, Sudamérica, y ya más recientemente Europa. El problema es especialmente grave en África: el 5% de todas las tierras cultivables ya está en manos de estas compañías. En muchos casos, estas compañías se aprovechan de la débil protección legal que tienen los agricultores tradiconales que han cultivado esas tierras durante generaciones. Con la cooperación de Gobiernos nacionales o locales corruptos, de la noche a la mañana los agricultores se ven desposeídos del pobre sustento que da de comer, en muchos casos, a varias familias. En otros países el comportamiento de estas compañías es más "civilizado", aunque el resultado es el mismo. El problema del acaparamiento de tierras es un drama de intensidad planetaria, que sin embargo pasa con sordina en todos los medios de comunicación occidentales, quizá como una breve reseña ocasional en la sección de "Sociedad". ¿Y para qué quieren todas estas compañías tantas tierras? En algunos casos (países del Golfo Pérsico o China), para asegurar su propia seguridad alimentaria; así, gracias a los petrodólares, estos países están exportando el hambre que pasarían en sus insostenibles territorios. En otros casos, para incrementar la producción global de biocombustibles, principalmente soja ya que lo que más se necesita ahora mismo es diésel; y eso aunque la Tasa de Retorno Energético de la soja sea muy baja (por lo que se ve, por debajo de 2) y no se justifique su producción como biocarburante de no ser por las enormes subvenciones que dan Europa y los EE.UU., y la obligatoriedad de que los carburantes comercializados tengan un porcentaje de biocombustible en la mezcla. Y en algunos otros casos, las compañías acaparan las tierras simplemente porque son activos que se revalorizan; es decir, las compran no con intención de cultivarlas, sino para especular.


Vemos, por tanto, que la respuesta a los complejos problemas que se nos plantean es una única: más BAU. ¿Escasean los alimentos? Acaparamos tierras y las cultivamos de manera industrializada, a pesar de la evidente insostenibilidad, no ya a largo plazo, sino también a corto en un escenario de altos precios del petróleo. ¿Falta agua? La desalamos masivamente (abocando la salmuera resultante al mar y desequilibrando los ecosistemas costeros) o la transportamos grandes distancias (esquilmando los recursos hídricos de otras zonas), todo ello con gran consumo de materiales y energía. ¿Se deshiela el Ártico y Groenlandia? Fantástico: podemos entrar a saco a por sus recursos mineros. Pero el planteamiento BAU es extraordinariamente cortoplacista; tan cortoplacista que es incapaz de ver que sus propuesta no pueden mantenerse siquiera unos pocos años, quizá ni siquiera unos pocos meses. Y prepara un escenario de pesadilla al cual avanzamos a ritmo exponencial.
 
Es obvio en qué va a acabar todo esto, dónde va a haber la ruptura. Todos estos movimientos repercuten disminuyendo la disponibilidad de alimentos para la mayoría de la población del planeta, porque su acceso está acaparado directamente o indirectamente (agua, precio, ...) y el producto resultante se dirige a unos mercados concretos y restringidos: Occidente, países del Golfo, China... Pero los alimentos no son una commodity más; no estamos hablando de restringir el acceso a un i-phone o un coche. ¿Cuánto tiempo creemos que podemos mantener esta situación? ¿De verdad creemos que la gente se dejará de morir de hambre? ¿Que aceptarán ver morir de hambre a sus hijos y a sus padres?

Jeremy Grantham lo dice claramente en la carta trimestral a sus inversores: Bienvenidos a Distopía. Un nuevo mundo donde los problemas alimentarios son estructurales, recurrentes y empeoran con el tiempo. Donde la sobreexplotación de los acuíferos lleva a su salinización y a volver las tierras baldías; donde el exceso de roturación industrial y del uso de fertilizantes industrial degrada la capa viva del suelo, amenazando con desertificar las tierras de cultivo. Donde los altos precios de los alimentos harán que la mayoría de la población del mundo no tenga acceso a una cantidad mínima de alimentos. Un mundo donde la violencia y los grandes movimientos migratorios, a una escala sin precedentes, serán la norma. Bienvenidos a un mundo dominado por las guerras del hambre.

En su libro "Colapso: Por qué algunas sociedades perduran y otras desaparecen", Jared Diamond dedica un capítulo al desastre de Ruanda de los años 90 del siglo pasado. Y la conclusión que parece emerger es sencilla: más que el odio racial (en proporción a su población, murieron tantos hutus como tutsis, en realidad), lo que impulso el genocidio fue la falta de recursos, el hambre. El libro recoge una frase, pronunciada por un maestro tutsi, que lo resume muy bien: "Las personas cuyos hijos tenían que ir andando descalzos a la escuela mataron a las personas que podían comprar zapatos para los suyos". Es previsible que, a medida que el hambre se extienda con mayor fuerza por el mundo, estallen más revueltas, más conflictos y más guerras civiles. No crean que la primavera árabe ha terminado con los problemas de Túnez, Egipto, Libia... Esos países, y sus vecinos, no han alcanzado la estabilidad, y no la alcanzarán en un futuro próximo, porque su problema esencial no es ya la falta de libertad o las desigualdades sociales, sino su incapacidad para alimentar de manera adecuada a su población. Y si que haya revueltas en Uganda o Mozambique nos trae al pairo en nuestro acomodado Occidente, nos importará bastante más cuando millones de inmigrantes de múltiples procedencias golpeen las puertas de nuestras casas, buscando no un futuro mejor, sino simplemente un futuro, no morirse de hambre. Pero cuando esa misma inestabilidad afecte a países cuyo subdesarrollo ha sido conveniente para nosotros, porque así nos han exportado a bajo precio sus materias primas, y especialmente cuando esas revueltas afecten a productores principales de petróleo, entonces comenzará la guerra. En Occidente y en Oriente la maquinaria propagandística bien engrasada después de décadas de convencer de lo contrario de lo que pasa (fumar es bueno, el cambio climático es un proceso natural, el libre mercado es la solución a todos los problemas, el progreso humano es imparable, se están tomando las medidas para acabar la crisis, esta crisis acabará pronto, vivimos en el mejor de los mundos posibles...) se empleará a fondo para convencernos que las revueltas que en todas partes estallarán contra las empresas occidentales que acaparan el sustento en los países expoliados son en realidad ataques terroristas perpetrados por peligrosos extremistas. Y cuando algún gran productor de petróleo sucumba en medio de sus contradicciones internas, nuestras tropas irán a una guerra de ocupación que se disfrazará como "consenso internacional para restablecer el sistema legal anteriormente vigente", retórica parda para camuflar que no se pretende restaurar una democracia que, obviamente, antes no había (ni siquiera he tenido que inventarme esas expresiones: fueron las mismas que se usaron para justificar la intervención de las potencias occidentales cuando Irak invadió Kuwait en 1991).

Todo este caos, todas estas guerras, sólo agravarán la situación y el hambre. ¿Cuántas guerras a la vez podrá mantener Occidente? ¿Cuántos países tendrá que ocupar para poder saciar su sed de petróleo? Además, como ha demostrado Libia, las guerras hacen que la producción se deteriore, por falta de mantenimiento de las instalaciones, daños directos que reciben, falta de nueva inversión - en un momento crítico como éste, en el que para mantenernos tenemos que invertir como si no hubiera mañana-, etc. Hemos acumulado tanta tensión y tantas contradicciones en el entramado global que a partir del momento que los problemas superen un umbral crítico, un nivel suficientemente elevado, se producirá una avalancha de problemas que por fuerza nos tiene que arrastrar en el fango de la Historia. Al final, en los propios países occidentales estallarán revueltas por la falta de alimento a la que nos creíamos inmunes porque pensábamos que siempre los podríamos pagar (de momento sólo los caídos de la Gran Exclusión saben que el hambre aquí no es una quimera). Probablemente serán las Guerras del Hambre las que pondrán de rodillas a la civilización occidental.

Por todo eso comprenderán que me resulta difícil de creer que nuestra evolución vaya a ser tan buena como los mejores planes que ponemos sobre el papel. Planes que se basan en una evolución suave y progresiva de las condiciones, cosa hoy por hoy imposible dada toda la tensión acumulada, la retroalimentación entre todos los factores negativos y la determinación suicida del BAU.

No nos queda mucho tiempo. Puede que meses, quizá años, antes de que el estallido del hambre global, el rugido de rabia de la Humanidad humillada, nos acabe por arrastrar al caos. Aún estamos a tiempo de revertir la situación, si al menos somos conscientes de ella.
 
 
 
 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Proyectan un déficit energético en 2013 de US$ 7000 millones

La importación de combustible sería de US$ 14.000 millones, 25% más que este año.


El anhelado autoabastecimiento energético luce lejano. En 2013, las importaciones argentinas de combustibles y lubricantes rondarán los 14.000 millones de dólares, es decir, un 25% más que los 11.000 millones con que cerrará este año. Dado que las exportaciones energéticas crecerán apenas un 5%, el déficit del sector alcanzará el próximo año una cifra récord de US$ 7000 millones.
Los cálculos son de la consultora abeceb.com, que estima que este año la diferencia entre exportaciones e importaciones de energía arrojará un resultado negativo de US$ 4500 millones. En el acumulado de los primeros siete meses, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el déficit energético rondó los 2500 millones.
Para abeceb.com, las compras de combustibles serán las que más impulsarán las importaciones totales, que en 2013 sumarán US$ 82.000 millones, es decir, casi 14% más que en este año. Las compras de autopartes, en tanto, crecerán 18%, por la recuperación de la industria automotriz gracias al mayor dinamismo del mercado brasileño.
Mauricio Claverí, experto en comercio exterior de abeceb.com, cree que las importaciones de maquinaria y equipo también crecerán en 2013. "Las importaciones de maquinaria y equipo deberían repuntar bastante el próximo año porque la economía será más dinámica y porque para que el PBI crezca se necesita inversión. Actualmente, la capacidad instalada de la industria se cerca al límite."

 


En los primeros siete meses de 2012, dentro de la caída generalizada de las compras al exterior, las de bienes de capital (incluyen productos como computadoras y aviones) son las que más han bajado, con una caída acumulada del 19 por ciento.
Claverí también espera que en 2013 las trabas a la importación sean menos estrictas porque el Gobierno tendrá una menor necesidad de dólares. "El próximo año los vencimientos de deuda serán menores y por eso el Gobierno demandará menos dólares". A esto se suma una mayor oferta de divisas gracias a un repunte en las exportaciones.
Para abeceb.com, las ventas al exterior sumarán US$ 95.000 millones en 2013, es decir, un 13% más que el total estimado para este año (US$ 84.000 millones). Ese crecimiento esperado contrasta con lo visto en los primeros siete meses de este año, cuando las exportaciones cayeron 1% frente a igual período de 2011.
El repunte de las exportaciones en 2013 responderá, principalmente, a tres sectores: industria automotriz -cuyas ventas al exterior subirán 23,4%-, complejo oleaginoso (32,2%) y minería (19,1%). En este año, distintos factores atentaron contra las exportaciones de esos tres sectores. Las de autos cayeron por las menores compras en Brasil, el sector de la soja se vio afectado por la sequía que redujo su producción, y las exportaciones de minería cayeron por la reducción de los plazos para liquidar divisas, medida que el Gobierno ha ido corrigiendo paulatinamente, pero que hizo que varias mineras interrumpieran sus ventas al exterior para no violar la normativa.
En el caso del sector automotor, abeceb.com espera que en 2013 las exportaciones lleguen a US$ 11.300 millones, 2100 millones más que el estimado para este año, pero un monto similar al de 2011, lo que muestra que se trata de una recuperación, más que de un crecimiento.
Las exportaciones de los demás productos industriales (es decir, excluyendo vehículos), crecerán en torno del 6%. "Este crecimiento estará explicado sobre todo por una mayor demanda de Brasil. Cuando Brasil crece, crecen las exportaciones de la Argentina. Pero a la vez los productos con valor agregado seguirán perdiendo competitividad y eso hace que la recuperación no sea mayor", dijo Claverí, que cree que en 2013 la tasa de inflación seguirá siendo más alta que la de devaluación.
Por último, según sus estimaciones, en 2013 la Argentina alcanzará un superávit comercial de US$ 13.000 millones, algo mayor al de este año


Fuente: Diario La Nación




martes, 4 de septiembre de 2012

La Argentina tiene la mitad del gas que hace diez años

Según números oficiales, entre 2010 y 2011 los recursos cayeron 7%; también bajó en petróleo.


El gas es uno de los recursos estratégicos de la Argentina. Cubre más del 50% de las necesidades totales de energía del país: está presente en la generación de electricidad, se utiliza en hogares y en los 1,8 millones de vehículos que circulan a base de ese combustible, una cifra récord a nivel mundial. Pero tiene otra característica: es cada vez más escaso.
Así lo atestiguan los últimos números elaborados por la Secretaría de Energía, al mando de Daniel Cameron, que cuenta con mayor credibilidad que otros organismos que llevan estadísticas oficiales, como el Indec. De acuerdo con las cifras dadas a conocer por el organismo este mes, la Argentina tiene hoy la mitad del gas con el que contaba hace una década. La tendencia se volvió a repetir el año pasado, con una caída del 7% respecto de 2010. Es decir, cada vez queda menos del combustible más utilizado en el país.
La suerte del petróleo tampoco fue buena, si bien en comparación resultó mejor. Las reservas -así se denomina a los recursos de hidrocarburos en condiciones de ser extraídos- cayeron 2% entre 2010 y 2011, y acumulan una caída del 12% desde 2002.
Estas son las principales conclusiones a las que llega un informe elaborado por Luciano Caratori, del Instituto Argentino de la Energía General Mosconi, que conduce Jorge Lapeña, ex secretario de Energía durante la presidencia de Raúl Alfonsín, sobre la base de datos oficiales.
De acuerdo con el trabajo, las reservas comprobadas de gas natural eran, al 31 de diciembre pasado -último número disponible-, de 332.510 millones de metros cúbicos (m3), "lo que equivale al 50% de las reservas comprobadas diez años antes".




Caída de la producción

Por otra parte, las reservas comprobadas de petróleo al último día de 2011 equivalían a 11,8 años al ritmo de producción actual, seis meses más que a fines de 2010. El trabajo destaca que ese incremento en el horizonte de reservas "responde a una sostenida caída de la producción (6% entre 2010 y 2011), que se da a un ritmo mayor" que la baja en la pérdida de recursos.
Para Lapeña, el gigantesco traspié hidrocarburífero se debe a que "la Argentina abandonó hace muchísimos años la mentalidad y el criterio estratégico para manejar el sector energético. En los 90 hubo una preponderancia del mercado como decisor absoluto y no priorizó inversiones agresivas para desarrollar reservas". Lapeña agregó que "en la década kirchnerista, en tanto, llegamos a un desastre administrativo, legal e institucional que terminó paralizando toda la inversión exploratoria. Se invirtió menos de la mitad de lo que se desembolsaba en los 80".
Enrique Devoto, que condujo la cartera de Energía durante el gobierno de Eduardo Duhalde, le pone un mayor acento a la política de precios casi congelados. "Llegamos a esta situación por la falta de señales económicas a través de los precios, sobre todo en gas. Cuando acá vale 2 dólares (el millón de BTU), a Bolivia se le paga más (US$ 11)", sostuvo.
Juan Rosbaco, especialista del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), apuntó otros motivos. "Tenemos cinco cuencas maduras. Eso hace cada vez más difícil encontrar gas. Si además no se lo busca, el problema se agrava."
Según Rosbaco, eso ocurrió, entre otras cosas, porque "la Argentina dejó de tener compañías nacionales, no sólo YPF. Para las internacionales, una inversión aquí compite con otras en países geológicamente más atractivos, como los de Medio Oriente, México y Brasil".

Empresas comprometidas

La pérdida de reservas también caló hondo en los números de las compañías del sector. Una de las que más perdieron fue YPF, que durante su gestión privada sacrificó entre 2002 y el año pasado un 77% de sus recursos bajo el suelo.
La presidenta Cristina Kirchner utilizó ese argumento, sumado a la caída en la producción que mostró la empresa, para nacionalizar en abril el 51% de las acciones de Repsol en la empresa.
La baja en YPF sólo fue superada en el mismo período en términos porcentuales por la argentina Pluspetrol. En mayor o menor medida, casi todas las petroleras grandes con actividad en el país resignaron recursos. La única que salvó la ropa fue la china Sinopec, con un 66% de variación positiva. Ese caso, sin embargo, encierra una ironía: durante la mayor parte del período bajo análisis estuvo bajo la conducción de la norteamericana Oxy, que se la vendió a los chinos en diciembre de 2010.

GALUCCIO EXPONDRÁ ANTE EMPRESARIOS PETROLEROS
El presidente de YPF, Miguel Galuccio, tiene previsto hacer este mes su bautismo de fuego entre los empresarios petroleros. Ayer partió desde el Club del Petróleo, un tradicional cónclave que reúne a los dueños del crudo en el país, la invitación para asistir al almuerzo del 28 de agosto, que se desarrollará en el hotel Marriott. Galuccio será el invitado de honor y hablará a los postres. El ejecutivo sorprendió al sector. No sólo porque se trata de un ámbito que resulta esquivo para el kirchnerismo, sino también porque su antecesor, Sebastián Eskenazi, nunca asistió. Quienes no formen parte del club sólo podrán asistir si pagar una entrada de $ 270. Y deberán ser presentados por un socio.


sábado, 4 de agosto de 2012

Digamos alto y claro: esta crisis económica no acabará nunca



Queridos lectores:

Hemos hablado de ello fragmentariamente en algunos posts y en sus subsecuentes comentarios, pero creo que es importante poner algunas piezas del puzzle juntas y mostrar de manera fehacientemente lo que a estas alturas es un hecho: esta crisis económica en la que estamos inmersos no se acabará nunca, o no por lo menos dentro del presente paradigma económico conocido como capitalismo.
La gráfica de la izquierda (elaborada con datos de la Agencia Internacional de la Energía, IEA, y del Departamento de Energía de los EE.UU., EIA, y extraída del informe mensual Oil Watch de The Oil Drum) muestra la producción mensual de petróleo crudo durante los últimos 8 años (expresada como el promedio de millones de barriles diarios). Como ven, a pesar de algunos altibajos la cantidad de petróleo crudo extraído de las profundidades de la Tierra permanece más o menos constante desde el año 2005. Los años precedentes (no mostrados en esta gráfica) desde el shock petrolero de principios de los 80 habían visto un crecimiento imparable de la extracción, a un ritmo de casi un 2% cada año. Pero desde 2005 algo se torció. La producción de los nuevos campos que entraban en operación apenas servía para cubrir la pérdida de producción de los campos en activo. Esto es un hecho: estamos en la meseta o plateau de la extracción de petróleo crudo, y en cualquier momento comenzará el declive, ya que desde los 80 se descubre menos petróleo del que se consume y esto tarde o temprano implicará que la producción comenzará a bajar. ¿Cuándo? Según ITPOES (think-tank de la industria británica, del que ya hemos hablado aquí) el declive comenzará hacia 2015. Se ha de destacar que el petróleo crudo no es todo el petróleo que se produce en el mundo, pero sí la mayor parte (unos 75 millones de barriles diarios -Mb/d). Hay otros 10 Mb/d que provienen de las arenas bituminosas, de los líquidos del gas natural y de los biocombustibles, pero no hay que dejarse engañar. En primer lugar, porque estamos hablando de petróleo sintetizado usando otras fuentes energéticas (típicamente gas natural), con las consecuentes pérdidas de energía durante la conversión. Como tampoco vamos sobrados de gas pero faltan aún 15 años para su cénit, estas fuentes alternativas de petróleo significan simplemente una estúpida huida hacia adelante, una manera de ocultar una cruda y dura realidad; pero es que además ya están casi al límite de su capacidad de producción y no podrán retardar por más tiempo el declive del petróleo. En segundo lugar, la capacidad calorífica de estos "petróleos" es sólo un 70% del original, así que en cierto modo estamos dando gato por libre. ¿No ha notado que su coche últimamente tira menos? Es normal, por una normativa europea los carburantes que se comercializan en la UE han de tener un mínimo de un 5% de biocombustible. De algún modo hay que dar salida a ese "petróleo" de pacotilla que sintetizamos, pero no es tan bueno como el original...


El hecho de que la producción de petróleo no crezca no significa que nos estanquemos en nuestro consumo, lo cual de por sí ya sería bastante malo. En realidad decrecemos. Fíjense en la gráfica de la derecha. La ha elaborado Stuart Staniford a partir de datos de la IEA y de la EIA, y los publicó en su blog Early Warning (buscar artículo "US economic recovery in the era of inelastic oil"). La línea azulada de arriba representa el consumo de la OCDE, la morada que sube a toda mecha desde abajo representa básicamente China y la India. Hasta la línea vertical son datos del pasado, comprobados; a partir de ahí es la proyección de Stuart Staniford a partir de la tendencia actual. La realidad es que China, la India y otros países con economías más dinámicas y mayor potencial de crecimiento están aumentando más su consumo que nosotros, porque con su crecimiento les cuesta menos pagar facturas petroleras más elevadas. Y como desde 2005 éste es un juego de suma cero, lo que ellos suben nosotros lo tenemos que bajar. En concreto, a un ritmo del 3% anual. Los últimos datos de Oil Watch confirman que los países de la OCDE (España también) han perdido más de un 15% de consumo de petróleo respecto a 2005.

O sea que básicamente estamos en una situación de disminución rápida del consumo de energía, no buscada ni pilotada, sino forzada y repentina. Según datos de la EIA, el petróleo representa el 33% de la energía primaria consumida en el mundo, aunque este porcentaje varía de unos países a otros; en España es el 48%, casi la mitad. Por tanto, con la caída en estos últimos 5 años de más del 15% de nuestro consumo de petróleo en España hemos reducido nuestro consumo de energía primaria en un 8%, aproximadamente; más de un 1.5% anual. Estimar el impacto sobre nuestra energía consumida se hace más complicado a medida que el porcentaje de petróleo que perdemos se hace más grande y que su precio aumenta, ya que para producir y mantener las otras fuentes de energía hace falta petróleo (para los compresores de los martillos neumáticos que se usan en minas remotas, para la maquinaria que mantiene las presas y los aerogeneradores, etc, etc). De hecho, el petróleo tiene impacto en todo, por su gran variedad de usos (plásticos, fibras sintéticas, reactivos químicos para fármacos, industria alimentaria, etc) y como fuente de energía fundamental en la operación de maquinaria de todo tipo (coches, camiones, grúas, aviones, excavadoras, barcos, tractores, aplanadoras, etc). La realidad es que toda la actividad económica depende del petróleo en particular y de la energía en general. Por definición, energía es la capacidad de producir trabajo. Trabajo útil que se aprovecha para transformar materiales y crear productos, trasladar mercancías y gente, producir luz, calor o frío, etc. Incluso las tecnocráticas economías basadas en los servicios han de finalmente servir a algo tangible, y los sobrecostos del petróleo y de la energía también les repercuten en igual medida que a los otros sectores de la economía. La correlación entre consumo de energía y PIB es tan bien conocida que la IEA suele publicar una gráfica del estilo de la que sigue a estas líneas en cada World Energy Outlook que publica (el de esta gráfica es del WEO 2004). En el eje de las ordenadas (vertical) se ve el consumo total de energía del mundo, expresado en millones de toneladas de equivalente de petróleo. En el eje de las abscisas (horizontal) se ve el PIB del mundo, expresado en paridad de poder de compra. Lo mejor del caso es que la fuerte conexión entre las dos variables mostrada por esta curva se mantiene incluso en las recesiones económicas.
 
Tenemos por tanto que:

Para crecer económicamente necesitamos crecer nuestro consumo de energía. A la inversa, si nuestro consumo de energía decrece nuestro PIB se contrae en igual manera.
Debido al estancamiento de la producción de petróleo, a un efecto de sincronización con las otras fuentes de energía conocido como La Gran Escasez, y al crecimiento de otras economías emergentes estamos condenados de manera inexorable a reducir nuestro consumo de energía y a un ritmo bastante rápido (en el caso de España, un 1.5% anual como mínimo).

¿Cuál es por tanto la conclusión? Que nuestra economía está condenada a decrecer, y a un ritmo rápido. Es importante entender esto: es un fenómeno conocido, entendido e inevitable. De hecho, es un concepto manejado en instancias gubernamentales, como hemos comentado en numerosos posts. Sin embargo, los poderes gubernamentales no pueden reconocer abiertamente este hecho por las consecuencias políticas que comporta, y por eso la tendencia es a intentar buscar soluciones que no existen en vez de replantear el problema.

La pregunta no es, por tanto, si vamos a seguir decreciendo económicamente, sino hasta cuándo. La respuesta es que decrecer económicamente, entendido como una disminución del PIB, es irrelevante. Hemos confundido el fin con los medios; el PIB es una abstracción de la riqueza colectiva de un país, que se supone que de algún modo está conectado con el bienestar de sus gentes. Lo que se busca es maximizar el bienestar, no un índice complejo y en ocasiones absurdo. Por tanto, tan pronto como abandonemos la orientación economicista y nos centremos en lo verdaderamente relevante empezaremos a ir mejor. Lo peor que podríamos hacer es centrarnos en mantener un sistema económico que cada vez será más disfuncional por falta de energía y de materias primas para impulsar un consumo desaforado que nos inmole en el altar del crecimiento económico, soñando con la recuperación económica que nunca va a llegar y que creará un empleo que no va a existir jamás. No entender esto, obstinarse en seguir este camino, sólo nos lleva a un sitio conocido: el colapso.

Salu2,

AMT




Fuente: The Oil Crash