sábado, 4 de agosto de 2012

Digamos alto y claro: esta crisis económica no acabará nunca



Queridos lectores:

Hemos hablado de ello fragmentariamente en algunos posts y en sus subsecuentes comentarios, pero creo que es importante poner algunas piezas del puzzle juntas y mostrar de manera fehacientemente lo que a estas alturas es un hecho: esta crisis económica en la que estamos inmersos no se acabará nunca, o no por lo menos dentro del presente paradigma económico conocido como capitalismo.
La gráfica de la izquierda (elaborada con datos de la Agencia Internacional de la Energía, IEA, y del Departamento de Energía de los EE.UU., EIA, y extraída del informe mensual Oil Watch de The Oil Drum) muestra la producción mensual de petróleo crudo durante los últimos 8 años (expresada como el promedio de millones de barriles diarios). Como ven, a pesar de algunos altibajos la cantidad de petróleo crudo extraído de las profundidades de la Tierra permanece más o menos constante desde el año 2005. Los años precedentes (no mostrados en esta gráfica) desde el shock petrolero de principios de los 80 habían visto un crecimiento imparable de la extracción, a un ritmo de casi un 2% cada año. Pero desde 2005 algo se torció. La producción de los nuevos campos que entraban en operación apenas servía para cubrir la pérdida de producción de los campos en activo. Esto es un hecho: estamos en la meseta o plateau de la extracción de petróleo crudo, y en cualquier momento comenzará el declive, ya que desde los 80 se descubre menos petróleo del que se consume y esto tarde o temprano implicará que la producción comenzará a bajar. ¿Cuándo? Según ITPOES (think-tank de la industria británica, del que ya hemos hablado aquí) el declive comenzará hacia 2015. Se ha de destacar que el petróleo crudo no es todo el petróleo que se produce en el mundo, pero sí la mayor parte (unos 75 millones de barriles diarios -Mb/d). Hay otros 10 Mb/d que provienen de las arenas bituminosas, de los líquidos del gas natural y de los biocombustibles, pero no hay que dejarse engañar. En primer lugar, porque estamos hablando de petróleo sintetizado usando otras fuentes energéticas (típicamente gas natural), con las consecuentes pérdidas de energía durante la conversión. Como tampoco vamos sobrados de gas pero faltan aún 15 años para su cénit, estas fuentes alternativas de petróleo significan simplemente una estúpida huida hacia adelante, una manera de ocultar una cruda y dura realidad; pero es que además ya están casi al límite de su capacidad de producción y no podrán retardar por más tiempo el declive del petróleo. En segundo lugar, la capacidad calorífica de estos "petróleos" es sólo un 70% del original, así que en cierto modo estamos dando gato por libre. ¿No ha notado que su coche últimamente tira menos? Es normal, por una normativa europea los carburantes que se comercializan en la UE han de tener un mínimo de un 5% de biocombustible. De algún modo hay que dar salida a ese "petróleo" de pacotilla que sintetizamos, pero no es tan bueno como el original...


El hecho de que la producción de petróleo no crezca no significa que nos estanquemos en nuestro consumo, lo cual de por sí ya sería bastante malo. En realidad decrecemos. Fíjense en la gráfica de la derecha. La ha elaborado Stuart Staniford a partir de datos de la IEA y de la EIA, y los publicó en su blog Early Warning (buscar artículo "US economic recovery in the era of inelastic oil"). La línea azulada de arriba representa el consumo de la OCDE, la morada que sube a toda mecha desde abajo representa básicamente China y la India. Hasta la línea vertical son datos del pasado, comprobados; a partir de ahí es la proyección de Stuart Staniford a partir de la tendencia actual. La realidad es que China, la India y otros países con economías más dinámicas y mayor potencial de crecimiento están aumentando más su consumo que nosotros, porque con su crecimiento les cuesta menos pagar facturas petroleras más elevadas. Y como desde 2005 éste es un juego de suma cero, lo que ellos suben nosotros lo tenemos que bajar. En concreto, a un ritmo del 3% anual. Los últimos datos de Oil Watch confirman que los países de la OCDE (España también) han perdido más de un 15% de consumo de petróleo respecto a 2005.

O sea que básicamente estamos en una situación de disminución rápida del consumo de energía, no buscada ni pilotada, sino forzada y repentina. Según datos de la EIA, el petróleo representa el 33% de la energía primaria consumida en el mundo, aunque este porcentaje varía de unos países a otros; en España es el 48%, casi la mitad. Por tanto, con la caída en estos últimos 5 años de más del 15% de nuestro consumo de petróleo en España hemos reducido nuestro consumo de energía primaria en un 8%, aproximadamente; más de un 1.5% anual. Estimar el impacto sobre nuestra energía consumida se hace más complicado a medida que el porcentaje de petróleo que perdemos se hace más grande y que su precio aumenta, ya que para producir y mantener las otras fuentes de energía hace falta petróleo (para los compresores de los martillos neumáticos que se usan en minas remotas, para la maquinaria que mantiene las presas y los aerogeneradores, etc, etc). De hecho, el petróleo tiene impacto en todo, por su gran variedad de usos (plásticos, fibras sintéticas, reactivos químicos para fármacos, industria alimentaria, etc) y como fuente de energía fundamental en la operación de maquinaria de todo tipo (coches, camiones, grúas, aviones, excavadoras, barcos, tractores, aplanadoras, etc). La realidad es que toda la actividad económica depende del petróleo en particular y de la energía en general. Por definición, energía es la capacidad de producir trabajo. Trabajo útil que se aprovecha para transformar materiales y crear productos, trasladar mercancías y gente, producir luz, calor o frío, etc. Incluso las tecnocráticas economías basadas en los servicios han de finalmente servir a algo tangible, y los sobrecostos del petróleo y de la energía también les repercuten en igual medida que a los otros sectores de la economía. La correlación entre consumo de energía y PIB es tan bien conocida que la IEA suele publicar una gráfica del estilo de la que sigue a estas líneas en cada World Energy Outlook que publica (el de esta gráfica es del WEO 2004). En el eje de las ordenadas (vertical) se ve el consumo total de energía del mundo, expresado en millones de toneladas de equivalente de petróleo. En el eje de las abscisas (horizontal) se ve el PIB del mundo, expresado en paridad de poder de compra. Lo mejor del caso es que la fuerte conexión entre las dos variables mostrada por esta curva se mantiene incluso en las recesiones económicas.
 
Tenemos por tanto que:

Para crecer económicamente necesitamos crecer nuestro consumo de energía. A la inversa, si nuestro consumo de energía decrece nuestro PIB se contrae en igual manera.
Debido al estancamiento de la producción de petróleo, a un efecto de sincronización con las otras fuentes de energía conocido como La Gran Escasez, y al crecimiento de otras economías emergentes estamos condenados de manera inexorable a reducir nuestro consumo de energía y a un ritmo bastante rápido (en el caso de España, un 1.5% anual como mínimo).

¿Cuál es por tanto la conclusión? Que nuestra economía está condenada a decrecer, y a un ritmo rápido. Es importante entender esto: es un fenómeno conocido, entendido e inevitable. De hecho, es un concepto manejado en instancias gubernamentales, como hemos comentado en numerosos posts. Sin embargo, los poderes gubernamentales no pueden reconocer abiertamente este hecho por las consecuencias políticas que comporta, y por eso la tendencia es a intentar buscar soluciones que no existen en vez de replantear el problema.

La pregunta no es, por tanto, si vamos a seguir decreciendo económicamente, sino hasta cuándo. La respuesta es que decrecer económicamente, entendido como una disminución del PIB, es irrelevante. Hemos confundido el fin con los medios; el PIB es una abstracción de la riqueza colectiva de un país, que se supone que de algún modo está conectado con el bienestar de sus gentes. Lo que se busca es maximizar el bienestar, no un índice complejo y en ocasiones absurdo. Por tanto, tan pronto como abandonemos la orientación economicista y nos centremos en lo verdaderamente relevante empezaremos a ir mejor. Lo peor que podríamos hacer es centrarnos en mantener un sistema económico que cada vez será más disfuncional por falta de energía y de materias primas para impulsar un consumo desaforado que nos inmole en el altar del crecimiento económico, soñando con la recuperación económica que nunca va a llegar y que creará un empleo que no va a existir jamás. No entender esto, obstinarse en seguir este camino, sólo nos lleva a un sitio conocido: el colapso.

Salu2,

AMT




Fuente: The Oil Crash