jueves, 20 de febrero de 2014

Importar energía y congelar sus tarifas son casi la mitad del gasto en subsidios

Conozca cómo se distribuyen los subsidios económicos que paga el Estado cada 100 pesos que gasta de acuerdo con su finalidad práctica





Durante el año pasado, el gasto público en subsidios económicos fue de $134.144 millones, un 34,3% más respecto al mismo período anterior. Según un informe de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), casi la mitad del total se destina a la importación de combustible y en la aplicación de subsidios a tarifas energéticas.
A partir de la distribución de fondos por empresa y/o organismo, LA NACION preparó un cuadro para explicar la distribución de subsidios económicos por su finalidad práctica e incidencia en el volúmen total:
Distribución de subsidios por cada $100 de gasto
  • $48,53 en importación de combustible y subsidio a sus tarifas
    Se destina principamente a la petrolera estatal Enarsa y la Cammesa para importar fuel oil y gas natural licuado para abastecer centrales térmicas, ante el déficit energético. También parte de los fondos se utiliza para el subsidio de tarifas de electricidad y gas.
  • $18,36 en trenes: operación, congelamiento de tarifas y compra de infraestructura
    Fondos para concesionarios de trenes y subtes, Fondo Fiduciario del Sistema de Infraestructura del Transporte, Administradora Ferroviaria S.E., Operador Ferroviario S.E., y el FFCC Gral. Belgrano entre otros.
  • $6,42 en Ente Binacional Yaciretá, Central de Embalse y Atucha II
    Transferencias para la operación de la represa hidroeléctrica, las obras de prolongación de vida útil de la central atómica de Embalse, la terminación de la Central Nuclear Atucha II y Yacimiento Carboníferos de Río Turbio (YCRT) .
  • $5,34 en agua corriente y cloacas en Capital Federal y el conurbano bonaerense
    Giros a Aguas y Saneamientos (AySA) para subsidiar la distribución de agua potable y tratamiento de efluentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y partidos bonaerenses.
  • $3,87 en telecomunicaciones
    Aportes para la empresa estatal Ar-Sat, que provee procesamiento de datos, transmisión de voz, audio, video y acceso a Internet. También prevé gestión de satélites.
  • $2,52 en subsidios a pasajes de avión
    Aportes realizados a la empresa Aerolíneas Argentinas para la cobertura de su déficit operativo.
  • $14,98 en otros fines en general
    Cobertura de déficit de empresas públicas, compensaciones a petroleras y subsidios al sector agroalimentario, rural, forestal e industrial, entre otros de menor relevancia.

Fuente: La Nacion


lunes, 10 de febrero de 2014

Pobreza y pobreza energética


Hay un concepto que está ganando actualidad por su creciente extensión entre lo que no hace mucho era la clase media: la pobreza energética. Aunque la idea de base es simple (no poder permitirse pagar la energía mínima para llevar una vida digna de acuerdo con los estándares occidentales), la definición precisa es un tanto elusiva. Por ejemplo, una definición común de pobreza energética es que una familia destine más del 10% de su presupuesto a gastos directamente energéticos. Esta definición tiene el problema de que si en los gastos energéticos del hogar uno incluye el gasto en carburante para el coche o coches de la familia (que en puridad es también gasto directamente energético) resultaría que la población "energéticamente pobre" incluiría a una gran masa de trabajadores poco retribuidos, sobre todo en los extrarradios de las grandes ciudades donde el uso del coche es prácticamente obligatorio (o al menos se percibe así por una clase media que se resiste de dejar de serlo). Otra definición posible de pobreza energética es que la familia no puede mantener su hogar en un rango de temperaturas "de confort", fijado arbitrariamente en 20ºC en invierno y 25ºC en verano. Dejando al margen que este criterio parece demasiado refinado si lo comparamos con la vida que todos los que tenemos más de 20 años hemos llevado, tal definición no contempla esas familias que viven prácticamente a oscuras para ahorrar electricidad, o que cocinan lo mínimo por el mismo motivo. Además, ese umbral energético depende de los condicionantes climáticos de la zona en la que se vive, siendo por tanto poco estándar y hace difícil la comparación entre países.

Delante de este problema, cada vez más apremiante (el insuficiente acondicionamiento de las viviendas puede crear problemas de salud graves, especialmente en ancianos y niños) han surgido multitud de expertos en la materia, que analizan la pobreza energética desde multitud de puntos de vista y proponen medidas ad hoc para paliarla (como se comentaba en el post precedente). En las discusiones sobre este problema no es raro que algún contertulio acabe por abogar por un libre acceso a la energía (o al menos a un mínimo vital garantizado) y otros brindis al Sol que resultan poco compatibles con un sistema de libre mercado como el nuestro y que chocan con los intereses del gran capital que se resiste a perder su papel hegemónico.


Lo que pretendo mostrar hoy es que el propio concepto de pobreza energética es otra manifestación más del proceso de negación que se lanza desde diversas instancias de nuestro sistema económico. Este proceso de negación intenta desesperadamente desligar la energía de su efecto económico, compartimentándola como si fuera una cosa independiente cuando, en realidad, la energía es la base de la economía y faltando la primera la segunda se hunde (lo que en particular implica que esta crisis económica no acabará nunca). Y es que, en suma, lo que llamamos pobreza energética es simplemente pobreza, a secas. Pobreza que se manifiesta de una manera que nos cuesta reconocer, porque la última vez que fuimos pobres lo fuimos de otra manera, pero que a medida que pase el tiempo nuestra pobreza de hogaño se irá pareciendo cada vez más a nuestra pobreza de antaño.

La cuestión es simple: si una familia no puede permitirse pagar la energía que querría gastar para mantener un estándar mínimamente digno de acuerdo con los patrones occidentales es por falta de renta disponible. Los salarios son cada vez más bajos, y aunque los precios medios suben moderadamente, esa subida unida a la bajada de los salarios reales hace que la vida sea más cara. Para acabarlo de agravar, los precios de la energía están subiendo más deprisa que el precio medio de las cosas. Bien es cierto que si el precio de la energía sube mucho, los precios de todo tendrán que ir subiendo también, puesto que la producción de mercancías y servicios tiene mucha energía embebida; en realidad, nuestro sistema económico vive un tiempo de descuento mientras la energía es relativamente barata, pero tal período no se prolongará mucho. De hecho, lo que falta para que esta nueva pobreza, a secas, se manifieste como lo que es es la subida del coste de los alimentos.

Afortunadamente el precio de los alimentos continúa siendo asequible en Occidente, pero tal situación no es duradera: el mundo se enfrenta, una vez más, a una nueva crisis alimentaria agravada por los extremos climáticos que afectan especialmente a zonas de alta productividad agrícola como los EE.UU. y Rusia, mientras que en Europa las rentas agrícolas son cada vez más bajas (como me comentaba mi suegro el otro día, a algunos compañeros suyos, payeses, el actual precio del grano no les paga el combustible de laborear la tierra y cosechar). Y eso sin contar con las eventuales Guerras del Hambre que se irán desatando, que agravarán la carestía general.

Pero el precio de los alimentos se mantiene relativamente estable en Occidente y por eso no vemos que los pobres energéticos son simplemente pobres, a secas, puesto que la mayoría de esta gente aún tiene comida que echarse al estómago; aunque aumentan los casos de malnutrición (comida nutricionalmente inadecuada: falta de frutas, verduras y carne, y exceso de fécula y pasta); aunque cada vez hay más casos de desnutrición, lo que históricamente ha sido una característica de la pobreza, a secas. Pero para mantener el precio de los alimentos asequibles las grandes compañías dedicadas a la distribución de alimentos tienen que ir reduciendo sus márgenes comerciales, puesto que todo sube (la materia prima, los costes del transporte y sus propios costes directamente energéticos) menos sus precios de venta. Así, no es extraño que algunos grupos de supermercados se encuentren en dificultades financieras. En realidad los supermercados tampoco podrían subir mucho los precios porque eso retraería el consumo o lo llevaría hacia las redes de otros grandes grupos, también en situación de pérdidas pero con mayor aguante financiero. Al final, en el mundo de los supermercados se está librando una sorda batalla para ver quién es el último hombre de pie, y cuando haya un ganador, una única marca que aún aguante, los precios de los alimentos finalmente subirán hasta que se llegue a un nuevo y diferente punto de equilibrio, en el que los consumidores capaces de pagar los precios resultantes proporcionen a la nueva red de supermercados redimensionada a la baja un margen comercial adecuado para su continuidad. En ese momento la gente con rentas bajas tendrán dificultades para pagar no sólo la luz, el gas o la gasolina del coche, sino también los alimentos, y será evidente que el problema es lo bajo de los ingresos, la pobreza a secas, y no solamente la pobreza energética. Para ese entonces la clase media como tal habrá desaparecido, pero la confusión de términos y la creación de nuevos conceptos y falsos debates habrá permitido adormecer la conciencia colectiva hasta el momento en que ya todo esté consumado.
 
 
 
 
 
 

martes, 4 de febrero de 2014

El déficit energético llegará al máximo histórico y el gobierno prepara medidas para enfrentarlo



Más importación y menos producción


La explosiva expansión del déficit energético, que este año rondará los u$s 6.000 millones por la caída de la producción local de petróleo y gas, obliga al Gobierno a replantear la política de hidrocarburos. Habrá mayores estímulos a la producción y aumentos de precios para bajar subsidios y contener la demanda.



Por Nicolás Gandini

Después de 10 años de un férreo control sobre el sector y sus variables económicas, algo comenzó a cambiar en la concepción oficial sobre la energía. A diferencia de otras épocas, en que era una trinchera ocupada casi con exclusividad por el ministro de Planificación, Julio De Vido, bajo las órdenes directas del ex presidente Néstor Kirchner, hoy se escuchan más voces opinar sobre el tema. El secretario legal y técnico de la presidencia, Carlos Zannini, comenzó a mantener encuentros con las petroleras, algo que ya hacía el viceministro de Economía, Axel Kicillof. Y la presidenta Cristina Kirchner reanudó un diálogo más fluido con el secretario de Energía, Daniel Cameron, quien desde hace años critica, sólo puertas adentro, que la energía es muy barata en la Argentina.



Los principales referentes del equipo económico, sumados a los nombres más escuchados por la Presidenta en materia energética, en especial el del titular de YPF, Miguel Galuccio, coinciden casi sin fisuras en un punto: la política energética que desplegó el kirchnerismo en los últimos 10 años caducó, por lo que sostenerla sería conducir la economía a un atolladero.
Con ese trasfondo, en el seno del Gobierno comenzó un profundo debate que posiblemente derive en modificaciones estructurales que afectarán de plano el sector energético. Entre ellas, la autorización de la importación de petróleo de Nigeria para abaratar costos de las refinadoras locales y aumentar la producción de combustibles; comenzar a aplicar ajustes tarifarios a los sectores más pudientes para contener la demanda, bajar los subsidios y enviar más señales de precios a las petroleras, con la expectativa de que aumenten la producción.



Hay una evidencia que refrenda esas ideas: el que está terminando no es un año más para el sector energético argentino. Si bien no escapa a tendencias que definen la performance de la industria desde 2005, como la caída de la producción de hidrocarburos, el congelamiento tarifario en la Capital Federal y el conurbano, la agudización del deterioro financiero de las empresas eléctricas y la reticencia de privados para invertir en el país, 2013 deja también algunos elementos novedosos. El más evidente es la reactivación de la actividad operativa de YPF como resultado de su renacionalización, en mayo de 2012. También se registraron nuevos anuncios de inversión en gas, un segmento muy relegado en los últimos 10 años, cuyo principal síntoma es la caída de la producción y reservas probadas, y el incipiente –pero continuado– avance en la exploración de los yacimientos no convencionales de Vaca Muerta. Además, comienza a vislumbrarse un germinal reacomodamiento del mapa petrolero con la salida de viejos actores (Esso) y el desembarco de empresarios hasta ahora ajenos al mundo del crudo (Eurnekian, Román).



En el plano operativo, el corazón del problema energético se encuentra aguas arriba de la cadena: la producción de hidrocarburos continúa a la baja a pesar de los esfuerzos de YPF, lo que obliga al Gobierno a elevar la cantidad de dólares destinados a la importación de energía, en especial de gas natural. Por ese ítem, el déficit de la balanza comercial energética rondaría este año los u$s 6.000 millones, según coinciden en la industria.
De enero a septiembre, la oferta se retrajo un 2,69%, según datos de la Secretaría de energía. Es muy probable que la imposibilidad de frenar la caída, fundamentalmente del crudo Medanito (-7%), el más requerido por las refinadoras locales por su alto grado API, obligue a la Casa Rosada a concretar la importación de petróleo ligero desde Nigeria en los primeros meses de 2014; una decisión antipática –la Argentina no importa petróleo desde 1992– que el Ejecutivo preferiría evitar.


Principal insumo


El panorama del gas es todavía más alarmante. Principal insumo de la matriz energética nacional –representa un 51% del total–, la oferta del fluido cayó casi un 8% (-7,95%) en los primeros nueve meses del año. La retracción se refleja, de manera lineal, en el alza de las compras de LNG, que se disparó un 37,6%. Las importaciones de gas por barco costaron u$s 3.036 millones en el período. Las de Bolivia, u$s 1.653 millones.

Aun así, las expectativas del sector cambiaron en función del lanzamiento de proyectos de inversión que permiten inferir un cambio de escenario. La francesa Total, asociada con Pan American Energy (PAE) y la alemana Wintershall, anunció una inversión de u$s 1.200 millones para ampliar Carina-Aries, el mayor complejo off shore del país, y construir Vega Pléyade, otro yacimiento en el Mar Argentino ubicado al sur de Tierra del Fuego. Y PAE puso en marcha desembolsos por u$s 500 millones para extraer tight gas –gas de arenas compactas– en Neuquén.



Nadie cree que la caída de la oferta gasífera se revertirá en el corto plazo. Ni en 2014 ni en 2015. Desde el IEA, que dirige Jorge Lapeña, incluso proyectan que el déficit energético trepará hasta los u$s 8.000 millones en 2016. Y el propio Daniel Cameron, secretario de Energía, se dio un baño de realidad al admitir, en la última AOG realizada en La Rural, que la recuperación del autoabastecimiento quedará recién para 2021.
El desafío de reinventar las reservas energéticas encuentra a los actores privados con timing diferentes. Petroleras lanzadas con nuevos proyectos de inversión, como YPF, Total y PAE, entre las major, conviven con otras más cautelosas, como Pluspetrol y Tecpetrol, y otras con un futuro incierto en la industria, como Petrobras y Apache.



Esa situación alimenta rumores de ventas y entradas de nuevas empresas. A la reestructuración del mercado del downstream a partir de la compra de Esso por Axion Energy, de Bridas y la china CNOOC, podrían sumársele en los próximos meses traspasos en el upstream. Tanto por la ampliación de empresas ya consolidadas, como YPF, que busca incrementar su participación en la industria (hoy representa el 32% del mercado), como por la inclusión de nuevos empresarios, como Eduardo Eurnekian, titular de Corporación América, que quiere pisar fuerte en el negocio del oro negro. Un indicio de ese fenómeno es la compra del 32% de Roch, la petrolera de Ricardo Chacra, a manos de Alfredo Román, el millonario dueño de la compañía homónima, el mayor jugador del sector de logística.
La Argentina es un país barato para inversores decididos a apostar por el mediano y largo plazo. El barril de petróleo certificado como reserva probada oscila, dependiendo de la provincia y cuenca, entre los u$s 5 y los u$s 15. Muy por debajo de los u$s 30 que se pagan en el mercado colombiano o los u$s 50 que cotizan los mejores campos en Estados Unidos.


¿Deshielo tarifario?


Aguas abajo en la industria energética, la mayoría espera deseosa el deshielo tarifario, tras un congelamiento de las boletas de luz y gas que lleva más de 10 años en la región de Capital Federal y el Conurbano. En el Gobierno conviven posiciones contradictorias. Cerca de Planificación y en la Secretaría de Energía apuestan –al igual que a fines de 2011– por una reducción gradual de los subsidios del sector, que este año superarán los $ 70.000 millones. Pero en Economía, Kicillof no termina de avalar la iniciativa.

Frente a ese escenario, las eléctricas están inmersas –desde hace años– en un deterioro financiero que se tradujo en serios problemas para hacerse cargo de centrales y redes de distribución. El denominador común es la necesidad de fondos públicos para solventar tareas de mantenimiento. Edenor y Edesur son las más complicadas: el encarecimiento de los costos operativos por la inflación las obligó –al igual que a otras distribuidoras eléctricas– a descontinuar pagos a Cammesa, la administradora del mercado, por falta de fondos. Y si el Gobierno no accede a modificar sus ingresos, su operativa estará muy comprometida en 2014.



Las generadoras enfrentan la misma problemática: como los precios del mercado spot no son suficientes para encarar nuevas inversiones, el Estado se vio obligado a financiar obras de mantenimiento y reparación de unidades térmicas que están indisponibles. Es que, con el verano y sus récords de consumo a la vuelta de la esquina, el sistema no puede darse el lujo de tener equipos fuera de funcionamiento.








Fuente: El Inversor Energético y Minero