lunes, 2 de enero de 2012

Comienzan a construir la primera central nuclear 100% argentina

Se trata del generador Carem, que estará emplazado en Lima, colindante con las centrales nucleoeléctricas Atucha I y II. La planta tendrá una potencia de 25 MW y será construida con ingeniería desarrollada localmente. Se prevé la instalación de un segundo reactor, en Formosa, que llegaría hasta los 150 MW. 

En Lima, al norte de la provincia de Buenos Aires, al lado de las centrales nucleoeléctricas Atucha I y II, ya se construyen los cimientos de una unidad mucho más pequeña pero conceptualmente mucho más avanzada: el prototipo de una minicentral nuclear llamada Carem 25, con capacidad para generar la misma cantidad de megawatts (MW). Se calcula que estará terminada en 2014 y podría entrar en línea en 2015.
Carem es el acrónimo de Central Argentina de Elementos Modulares. Se trata de una unidad chica capaz de acoplarse modularmente en conjuntos mayores que compartan servicios, como quien le suma pilas a una lamparita. Es una solución ideal para países con grandes territorios (la Argentina es el noveno del planeta) que necesitan ‘oasis eléctricos’ en sitios alejados de las líneas de alta tensión, especialmente en desiertos o islas.
Por su seguridad, el Carem debería estar al menos 20 veces menos expuesto a accidentes del núcleo que sus equivalentes grandes de última generación, porque el núcleo se refrigera solo, sin bombas y por convección. Además, este primer prototipo tendrá un 70% de componentes nacionales y un 100% de ingeniería local.
Entre los ‘80 y los ‘90 la Argentina se convirtió en un respetado exportador de pequeños reactores ‘de investigación’, término genérico que incluye desde laboratorios de nuevos materiales hasta unidades escuela para formar ingenieros, químicos y físicos nucleares, así como de fábricas de radioisótopos de uso médico. 
A diferencia de las otras tres centrales, que pueden iluminar a casi siete millones de argentinos, el pequeño Carem 25 abastecerá a sólo 100.000 personas. No vino a resolver la crisis energética sino que está pensado para ser el showroom de un concepto que se está poniendo de moda: las minicentrales nucleares con ‘seguridad inherente’, que hoy están en el centro de interés. Rusia ya construyó una flotante, el barco Lermontov, de 100 MW, para dar potencia a costas remotas, y planea otras 11 más.
AL LADO DE LAS GRANDES CENTRALES SE LEVANTARÁ EL CAREM
Continuidad
Debido a su simplicidad minimalista, el Carem fue despertando fanatismos. En su tránsito de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) a Invap, y de regreso a la comisión, el proyecto fue reclutando una guardia pretoriana de ingenieros, físicos y decisores que, a lo largo de 27 años, contra viento y marea apostaron y aportaron a esta idea no sólo miles de horas/hombre de diseños y rediseños sino también de construcción y testeo de modelos físicos de todos sus combustibles, sistemas y subsistemas.
Si el proyecto sigue los pasos pautados, para mediados de la década se lanzará la construcción de un segundo Carem, a instalarse en Formosa. Se estima que ese modelo alcance los 150 MW (el consumo de 600.000 argentinos) y arroje luz sobre cuál será la potencia ideal para la fabricación en serie. Sucede que la filosofía de seguridad pasiva (el núcleo se refrigera solo, sin bombas de agua) impone límites de tamaño que habrá que investigar.
El lanzamiento de este proyecto coincide con la puesta en marcha de Atucha II, la segunda central atómica emplazada en las costas de Lima. La unidad aportará al Sistema Energético Nacional 745 MW de electricidad. Las obras demandaron una inversión de 10.200 millones de pesos y estuvieron paralizadas durante 15 años. 
Será la tercera central nucleoeléctrica del sistema eléctrico argentino, sumándose a Atucha I (335 MW) y a Embalse (600 MW), que proveen actualmente el 7% de la energía eléctrica del país.










Faltan cinco años para que el gas no convencional revierta el déficit

Asumiendo que se dicta el marco regulatorio adecuado, se brindan las señales de precios necesarias, se garantizan la logística, tecnología y recursos humanos requeridos, aun así, faltan por lo menos cinco años para que el gas extraído de reservorios no convencionales permita revertir el actual déficit que presenta el país en materia energética.
Esta es la principal conclusión a la que llegó el Instituto de Energía de la Academia Nacional de Ingeniería (IE/ANI) en un informe de reciente publicación. La buena noticia es que el potencial para el país es sumamente interesante; la mala, que habrá que tener paciencia y elaborar las condiciones físicas y normativas para no desaprovechar la oportunidad.
Los autores toman como base un estudio del Departamento de Energía de los Estados Unidos que estima que el país tendría 774 TCF (equivalentes a 22 billones de metros cúbicos) de recursos gas de esquistos (o shale gas ), que "representan aproximadamente 60 veces las actuales reservas comprobadas de gas natural convencional del país". Se trata de la tercera mayor cantidad de recursos de shale gas del mundo, sólo detrás de China y Estados Unidos. El 53% de esos recursos estaría en la Cuenca Neuquina, donde YPF anunció el mes pasado el hallazgo de "recursos técnicamente recuperables" por 927 millones de barriles equivalentes de petróleo (BEP), que incluyen tanto shale oil como shale gas .
"El gas de reservorios no convencionales en la Argentina es una buena noticia -afirmó Roberto Brandt, coordinador del estudio del IE/ANI-, pero hay que trabajarla muy seriamente a nivel de políticas proactivas, señales de precios, cuestiones logísticas, desarrollo de tecnología y recursos humanos... Si se hace todo eso, es probable que en 5 a 7 años tengamos un resultado razonable."
Ese plazo contrasta con las definiciones que dio recientemente el secretario de Energía, Daniel Cameron, para quien se debe "hablar de una situación de importación de energéticos sólo en el cortísimo plazo", a causa -justamente- del desarrollo no convencional de hidrocarburos, entre otras causas.
Según el estudio del IE/ANI, "el principal desafío de la matriz energética argentina es revertir la decreciente disponibilidad local de hidrocarburos sin incurrir en mayores costos". La declinación de la oferta interna de petróleo y gas en los últimos años contrastó con una demanda energética en expansión. Este año hubo déficit comercial energético y todo indica que el año próximo será aún mayor. El total del gas importado representa un 14% del total de volumen físico transado, pero corresponde a casi el 50% del costo total del gas consumido en el mercado local.
"Los costos de esas importaciones favorecen el desarrollo del gas de reservorios no convencionales [GRnC]", se afirma. Hoy el productor nacional de gas convencional percibe alrededor de US$ 2,5 por millón de BTU, mientras que el fluido importado de Bolivia se paga a casi US$ 11 y el que ingresa por barco supera los US$ 15 el millón de BTU. En Estados Unidos, el costo del GRnC se ubica entre 4,5 y 6 dólares, con lo cual en la Argentina hay margen para su desarrollo, en caso de que el Gobierno convalide precios superiores a los del programa Gas Plus, señala el informe.
Otras propuestas de la Academia de Ingeniería para propiciar el desarrollo del shale gas es dictar una normativa especial para el GRnC, desarrollar la tecnología necesaria en el país, importar el resto de los equipos e insumos y asegurar la logística (especialmente por la exigencia de grandes volúmenes de agua).
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Billones de metros cúbicos


Son los recursos de shale gas estimados para la Argentina. Equivalen a 60 veces las reservas comprobadas.