jueves, 24 de enero de 2013

Río Turbio: una usina a carbón que quema dinero

El Gobierno invirtió US$ 700 millones en una central termoeléctrica que debería abastecer la mina, pero el yacimiento no está en condiciones de lograrlo



RÍO TURBIO.- Muy lejos de los centros urbanos más poblados y a pocos kilómetros de la frontera con Chile, la Argentina construye una megaobra. Hay que viajar 2794 kilómetros desde Buenos Aires para llegar a Río Turbio. Allí se implanta la central termoeléctrica más grande que se levanta en el país.
La monumental obra, emplazada a metros de la mina de carbón, la estatal Yacimientos Carboníferos Río Turbio (YCRT), fue diseñada para funcionar únicamente a base de ese mineral. La megausina se va a terminar a mediados de año, dependerá de la crudeza o no del invierno. Los cables de alta tensión para que esté interconectada a la red federal llegan con algo de atraso, pero ya están cerca. Se habrán invertido algo más de 1500 millones de dólares. Pero hay un detalle: así como están las cosas, no hay carbón para que la central funcione.
LA NACION recorrió los casi 2800 kilómetros para comprobar cómo evoluciona uno de los territorios a los que el kirchnerismo más dinero le destinó en los últimos años. En 2004, cuando un nacido y criado en Santa Cruz era presidente, Néstor Kirchner, la mina vivió su tragedia más importante: 14 mineros murieron por un incendio en una de las galerías. Kirchner decidió acallar las voces que lo criticaban en el pueblo bendiciéndolos con una fortuna para subsidiar YCRT y, además, les dio el gusto con un viejo anhelo: construir una usina que dotara de sentido a la carbonífera, una empresa que vende poco del mineral que extrae.
Cuando en octubre prenda sus motores la Central Termoeléctrica Río Turbio, se habrán invertido algo más de 2850 millones de pesos, a lo que hay que sumar 4000 millones destinados a llegar con el Sistema Interconectado Federal a la usina.
Una cinta transportadora de cinco kilómetros que pasa por las bocas de las minas y llega a la central, ya instalada, girará para llevar 1.200.000 toneladas anuales de carbón que consumirán las calderas.
¿Cuál es el problema entonces? Que tal como está la mina, no habrá carbón suficiente como para mantener encendidos los quemadores de la central. YCRT, una empresa conducida por un interventor, Atanasio Pérez Osuna, pero cuyos hilos manejan el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y el subsecretario de Coordinación, Roberto Baratta, extrajo el año pasado 190.000 toneladas de carbón. Sólo alcanza para que la termoeléctrica opere dos meses. ¿Qué pasó? Pasaron ocho años desde que el Estado empezó la reactivación de la mina, después de años de abandono, y no se hizo mucho.
Pero la falta de planificación, de una gestión profesional y el peso de los sueldos en los balances postergaron las inversiones por años. Ahora, con la central a tornillos de ser terminada, se evidencia el avance desigual.
No habrá carbón y no son pocos los que aventuran en el ríspido pueblo que habrá que importarlo para darle de comer a la central. O en su caso, dejarla sin funcionar. Hablan de importar carbón desde Colombia o Sudáfrica, para lo cual sería necesario readecuar el puerto de Punta Loyola, a 258 kilómetros sobre la costa. La buena o mala fortuna que corrió la empresa -tanto estatal como privatizada- marcó y marcará la vida de las 25.000 personas que viven entre Río Turbio, 28 de Noviembre y Julia Doufour. Es una economía de enclave, todo se mueve alrededor de "la empresa", como todos la nombran.
En las oficinas de la intervención de YCRT, las excusas fueron las únicas respuestas que encontró LA NACION cuando intentó, durante un día entero en el pueblo y dos días más después por teléfono, conseguir la visión de las directivos de la compañía. Reuniones con empresarios polacos hasta las doce de la noche, vacaciones, agenda muy cargada o teléfonos que nunca contestaron fue lo único que se escuchó de parte de YCRT.
Daniel Peralta, gobernador de Santa Cruz, sabe que ese problema aparecerá apenas la central se ponga en marcha. Dice que no está al tanto de la administración actual, pero que viejos mineros le advierten sobre la falta de planificación y proyección. "Es importante la inversión en equipamiento, pero no se nota en la producción. Desconozco la organización de los planteles, pero 2000 personas deberían garantizar la producción y explotación de nuevas galerías que son el futuro de la mina y la garantía de la usina", dice el ex interventor en YCRT entre 2004 y 2007, cuando dejó el cargo para asumir una gobernación de emergencia en la convulsionada Santa Cruz. Repite el mismo número de producción que todos en Río Turbio: 190.000 toneladas en 2012, un millón menos de las necesarias.
Pero este no es el único tema que apunta: "Es muy importante saber cuál va a ser la figura jurídica de la usina". Se refiere a la propiedad de la generadora. En Santa Cruz apuntan a integrar a la ya existente sociedad del yacimiento, la central eléctrica. Claro está, dice Peralta, con la debida participación de los trabajadores y del gobierno provincial. ¿Quién será el dueño de la usina, quién venderá la energía y quién comprará el carbón? Estas son algunas de las preguntas que nadie responde.
Isolux es la firma que ganó la licitación para la construcción de la central. No quisieron hablar, pero sí accedieron a que LA NACION recorriera la obra. Alrededor de 720 personas y 18 subcontratistas trabajan en esta especie de mecano gigante. Son dos turbinas de 120 MW fabricadas y colocadas por Siemens. Ya están listas. Las calderas que quemarán carbón son de las más evolucionadas que hay en el mercado. Fabricadas en Estados Unidos, están preparadas para que junto con el carbón ingrese caliza y así formen una ceniza tipo yeso que luego puede ser usada en la construcción. Cerca de la obra dicen que los planteos ambientales no tienen sustento, justamente por el tipo de calderas y por el sistema de almacenaje que impide que vuelen cenizas.
Ya hay sectores de la maquinaria en etapa de prueba. Otros, en la fase final de montaje. ¿Habrá carbón? Pregunta LA NACION. Todos abren los ojos y permanecen callados.
En el yacimiento, los tiempos y los números son distintos. La central fue sólo concebida para que la mina tenga un comprador cautivo. El comprador está; el vendedor no tiene producto. Emilio Martínez fue el segundo de YCRT. Apenas pasó los 50 años y ya está jubilado. Comparte sus días en el centro de jubilados del personal jerárquico. Cuenta que la central no puede ser abastecida por la mina. "Ahora está llegando instrumental. Pero no hay planificación. Es una barbaridad la plata que se mete ahí adentro y no se produce. Le digo algo, es más barato que la central queme lingotes de oro que el carbón de Río Turbio. Me duele decirlo, pero es así", ilustra.
A su lado, Mario Suárez, un ex jefe de ingeniería, coincide: no hay posibilidades de extraer semejante cantidad de mineral con esta planificación: "La preparación de la mina está 15 años atrasada. Jamás se trabajó mirando los costos. Es una barbaridad".
Detallan que para la explotación se cavan dos galerías paralelas de 1000 metros de largo y luego se unen adelante con otra excavación de 180 metros. Eso es lo que se llama un frente de producción. "Estando toda la maquinaria acá, se tarda un año y medio en construir un frente. La usina se come tres frentes por año y hay que tener uno de backup. Es decir, mientras se explotan cuatro se tienen que preparar cuatro más para el año siguiente. ¿Sabe cuántos están en producción ahora? -pregunta, se agarra la cabeza y se contesta-. ¡Uno!"
Los números de YCRT hablan por sí solos. LA NACION accedió a todos sus balances desde 2006, publicados en el Ministerio de Economía, y de allí se desprende que la inversión quedó relegada. En 2012, el Estado transfirió $ 1300 millones a ese rincón patagónico. En 2011, las entrañas de la mina recibieron subsidios por 1112 millones. Los ingresos por ventas de carbón sumaron $ 8,2 millones, es decir, menos del 1% de lo que necesitó para sostenerse, y los sueldos se llevaron 831 millones. La inversión real directa fue de 127 millones de pesos, 10% del presupuesto total. En 2006, ese rubro implicaba casi 50% de los recursos.
Desde 2006, la inversión en bienes de capital fue de $ 917 millones y se mantuvo en valores promedio estables desde entonces; las remuneraciones pasaron de $ 74 millones en 2006 a 831 millones en 2011. Según datos de la Asociación Argentina de Presupuesto, este año la cuenta estaría 20% por encima que aquella.
En un medio local, Osuna Pérez reconoció que se tomaron 100 empleados, sumarán 70 por mes desde febrero y que hay una larga lista de espera. El aumento de la plantilla no es casual. Kirchner les dio un beneficio a los trabajadores mineros en 2007: bajó la jornada de trabajo de ocho a seis horas. Además, de seis días a la semana de producción en la mina se bajó a cinco. No sólo esos trabajadores lograron algunos beneficios. Los empleados de que trabajan en la central y que pertenecen a la Uocra no pagan Ganancias. Como sus sueldos sobrepasan con creces el mínimo no imponible ($ 5782), forzaron a sus contratistas a que se hagan cargo del impuesto. Y lo lograron: hoy no tienen descuentos por ese ítem, al igual que los constructores de otra generadora, Atucha II.
En julio de 2011, la presidenta Cristina Kirchner llegó a Río Turbio a hacer una inauguración de la central aún no terminada. Eran tiempos de campaña presidencial y cualquier válvula que se coloca sirve para cortar cintas. "Lo que también se inauguró en épocas de Néstor es el nuevo ferrocarril hasta Punta Loyola, con una inversión muy importante, y con esto tenemos cerrada toda la ecuación: la logística del transporte, la producción de la mina y la generación de energía. Por eso ni magia ni viento de cola, sino trabajo, esfuerzo, planificación, pensar el país". No terminó la frase, la interrumpieron con aplausos.
Hoy el tren está. Y si no fuera porque el puerto es para descarga y no para operaciones de carga, se podría utilizar para traer carbón desde de Sudáfrica o Colombia, los proveedores de la otra central de este tipo ubicada en San Nicolás. De alguna manera habrá que darle sentido a una inversión de más de US$ 800 millones en el sureño rincón del país.